miércoles, 3 de diciembre de 2014

Deseos en el camino a Oz

Los estudios que hace unos años se hicieron sobre el siglo veinte recogen los acontecimientos que se producen durante los cien años que ocupa, principalmente en la cultura de Occidente o en la órbita y el prisma de la misma. Por lo general, se dice que ese siglo comienza con esperanza, basada en los avances de la ciencia, que iba a propiciar el progreso de la sociedad, algo que año a año es desmentido por las crueldades que se suceden en distintos territorios. No todo el mundo opinaba así, claro. Baste leer a José Martínez Ruiz (1873-1967) en Notas sociales, Literatura, Charivari o Boemia, escritas entre 1895 y 1897, para ver que sostiene la incapacidad de la entonces recién implantada socialdemocracia de resolver los problemas, pues considera que la civilización europea está moribunda, incapaz de regenerarse; entrado el siglo veinte, este autor se transmuta en Azorín y…
Y también hay un acontecimiento literario que sucede en 1900, que no recogen los manuales de Historia: la publicación de El mago de Oz, escrito por Lyman Frank Baum, cuando cuenta con cuarenta y cuatro años, e ilustradas por William Wallace Deslow. Una historia fantástica que desea amoldarse a las corrientes pedagógicas del momento y a la infancia de la era industrial. Según decía en la breve introducción a la primera edición: «Aspira a ser un cuento de hadas modernizado, en el que se mantienen la alegría y la fantasía, y se suprimen las penas y las pesadillas». Según suele suceder, su éxito fue rotundo, aunque nadie sepa exactamente a qué obedeció. De ahí que el Historiador de Oz compusiera otros catorce textos ambientados en este país.
Desparecen las hadas, los genios o los enanos. Nada de acontecimientos espeluznantes, de los que puedan extraerse moralejas. La moral ya la incluye la enseñanza de la época. Ahora se pretende solo el entretenimiento.

La realidad completó la fantasía de Dorotea en nuestro camino a Oz.

2 comentarios:

  1. Parece como si, a lo largo de la vida, un tornado nos diera vueltas y vueltas. Una vez, el rugiente viento nos trae aquí, luego nos lleva allí. En un cuento todo sucede por la intervención de la magia inescrutable.

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