Hay personas que desarrollan
varias vidas durante su existencia (aunque algo de ello tengamos la mayoría, no
son tan plenas). El nicaragüense Ernesto Cardenal (1925-2020) es una de ellas.
Nacido en Nicaragua, tierra en la que Rubén Darío pasa por ser héroe nacional.
Él se define como poeta, sacerdote y revolucionario. De familia acomodada,
estudia en la Universidad Autónoma de México y en Estados Unidos. Tras el
fracaso de la revolución de abril de 1954 contra Somoza, ingresa en la comunidad
trapense de Getsemaní, en la que conoce a su mentor, Thomas Merton. Ya
publicados sus epigramas (1961), vuelve a Nicaragua y, ordenado sacerdote en
1965, funda la Comunidad de Solentiname, en las islas del Lago de Nicaragua,
donde se unen pescadores y artistas (por allí pasan Gioconda Belli, Cortázar,
etc.); entonces escribe el conocido El
evangelio de Solentiname. Al defender la teología de la liberación y
participar en la revolución sandinista y su gobierno, fue suspendido de su
sacerdocio por Juan Pablo II en 1984, algo que enmendaría el actual Papa
Francisco en 2019. Su Oración por Marilyn
Monroe (1965) o sus Salmos (1964,
des que aquí mostramos el 1) forman parte de la educación sentimental rebelde
de alguna generación.
Bienaventurado el hombre que
no sigue las consignas del Partido ni
asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con
los gánsters
ni con los Generales en el
Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que
no espía a su hermano
ni delata a su compañero de
colegio
Bienaventurado el hombre que
no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado
junto a una fuente.
Salud, Ernesto, que la tierra
te sea leve.