lunes, 6 de septiembre de 2010

Clara y Francisco, amor y dolor entre oraciones


Clara (1193-1256) y Francisco (1182-1226) se amaban. Él era trovador en las rondas nocturnas por las calles de Asís, visitaba balcones, y coqueteaba –si se terciaba– con la pendencia. Actitudes que, unidas a su esbelto porte, le situaban en los sueños de las muchachas de su tiempo. Clara era una de ellas. Pero, cierto día, Francisco cambia de vida y, unido a otros compañeros, se retira de la vida mundana. Ella lo ve cuando le entrega la ropa a su padre. ¿Qué hacer con aquel amor de los ojos? Con dieciocho años, Clara escapa de casa y se refugia en la morada de Francisco. Allí le rapan el pelo, la despojan de sus delicadas vestiduras y la visten de sayal. No pueden arriesgarse a vestirla de hombre y dejar que permanezca entre ellos [tal vez otro día contemos alguna de estas historias]; es mujer de buena familia y podrían localizarla. Por ello, Clara queda en un convento de damianitas situado en las afueras de la ciudad.

Su enamoramiento era algo admitido por quienes les conocían. Se encontraron en alguna ocasión, sabiendo de su íntima unión. Francisco se le aparecía a Clara en sueños y le daba de mamar de su pecho. Dos años antes de su muerte, Francisco fue quedándose ciego, con crisis dolorosas, y permanecía –cecuciente– en la choza de esteras que Clara le preparaba. En los días que precedieron a su expiración, ella creyó morir de dolor antes que él. Pero falleció veintiséis años más tarde, «como enferma crónica incurable». En este tiempo, Clara seguía viendo a su santo. Una Nochebuena (encontrándose ella postrada en su convento) llegó incluso a oir los cantos de la misa que se estaba celebrando en la catedral y vio cómo Francisco le mostraba –risueño– el belén (es así que, en 1952, fue proclamada patrona de la televisión, ¡vivir para ver!).

7 comentarios:

  1. Apasionante la historia de estos dos personajes pero...¿qué edad tenía Francisco? parece que murió antes de nacer, jajaja
    Ay, perdona, supongo que será un error, pero me ha hecho mucha gracia.

    Un eso.

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  2. Gracias, Elena, por el comentario y por la indicación (ya sabrás que en las tipografías se decía que eran los duendes quienes, de noche, introducían estos gazapos para divertirse).

    Besos.

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  3. Qué gracioso, ja ja, no me esperaba un final tan curioso.

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  4. Desde luego, el patrimonio de San Francisco, el espiritual que es el que perdura, no palidece. Se podrá disimular o tapar más o menos, incluso edulcorar. Pero no creo que se le pueda reducir a un cliché manejable. No pidáis cartas a Roma ni a ningún otro sitio, decía. Es difícil imaginarlo, para su final, en otra habitación más digna que una choza y en otra compañía mejor que en la del amor.

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  5. ¿Esto es serio?

    Así que luego se abandonan vocaciones. Bajo el sayo siempre hay una Belén y un Esteban.

    ¡Qué cirio!

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  6. Bueno, Bipo, ¿quién es esa gente que dices? ¿también tienen visiones?

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