«La bibliotecaria salió, a mediodía, a encontrarse con la primavera. En el portal saludó a la vecina del tercero, que venía de oir misa en la iglesia de enfrente. Bajó hacia el río y entró en el puente de Malatos, de traza medieval, en pleno Camino de Santiago. El sol animaba a la gente a pasear y a quedarse charlando al cruzarse. A la derecha, al lado contrario de los tajamares, mirando al oeste, se abre un pequeño balconcillo en el pretil. La bibliotecaria abrió sus puertas y pasó. Un pequeño desnivel excavado en el lecho del río (al igual que sucedía en el resto de puentes de la ciudad) provocaba una cascada que aumentaba el rumor del agua, de por sí bastante en calma.
>Se descorrió el telón y aparecieron en escena las máscaras del carnaval. El prado de las riberas se poblaba de margaritas. La copiosa corriente inundaba de carcajadas las nubes. Ahí estaba ella, en el blanco manto de la espuma, bajando y subiendo señorial. Se desplegaban las alas de los sauces. El plateado destello del invierno abría sus oídos a los verdes trinos. Sus manos peinaban las crines de ardorosos caballos. Allí continuaba ella, mirando a los ojos dorados que están en la milonga que (si bien de Zitarrosa) canta Soledad Bravo:
ella como vos tenía
los ojos color de oro
mirándolos casi lloro
vos bien sabes aquel día
nunca pensé que existía
una mujer con los ojos así
milonga de ojos dorados
volá cantando a buscarla
y si llegás a encontrarla
después de haberla mirado
entregale enamorado, el corazón
que una vez le ofrecí
>Terminando las estrofas en i, “como no podía ser menos –pensó la bibliotecaria−, para dejar abierta la corriente en el camino”».
http://www.youtube.com/watch?v=8myLa8TbaO0
>Se descorrió el telón y aparecieron en escena las máscaras del carnaval. El prado de las riberas se poblaba de margaritas. La copiosa corriente inundaba de carcajadas las nubes. Ahí estaba ella, en el blanco manto de la espuma, bajando y subiendo señorial. Se desplegaban las alas de los sauces. El plateado destello del invierno abría sus oídos a los verdes trinos. Sus manos peinaban las crines de ardorosos caballos. Allí continuaba ella, mirando a los ojos dorados que están en la milonga que (si bien de Zitarrosa) canta Soledad Bravo:
ella como vos tenía
los ojos color de oro
mirándolos casi lloro
vos bien sabes aquel día
nunca pensé que existía
una mujer con los ojos así
milonga de ojos dorados
volá cantando a buscarla
y si llegás a encontrarla
después de haberla mirado
entregale enamorado, el corazón
que una vez le ofrecí
>Terminando las estrofas en i, “como no podía ser menos –pensó la bibliotecaria−, para dejar abierta la corriente en el camino”».
http://www.youtube.com/watch?v=8myLa8TbaO0
Qué hermosura de paisaje veían esos ojos dorados.
ResponderEliminarFelicidades por el texto.
Un beso.
Claro, Elena, son ojos dorados.
ResponderEliminarUn beso a ti.
Jo! con la bibliotecaria qué suerte tiene de estar rodeada de tanto encanto, sensorial, sensual, imaginado... Día internacional de la poesía, comienza la primavera y todos nos llenamos de buenos sentimientos o por lo menos lo pretendemos. Bien!. :)
ResponderEliminarNada, Mafi, que la primavera a ha llegado a la bitácora.
ResponderEliminarPrimavera, poesía, ojos dorados, jo qué bien suena! hasta se puede sentir el buen olor
ResponderEliminarMe encantaría estar en ese río en una de estas tardes primaverales. Se me antoja un paraíso, o al menos yo los paraísos los tengo ubicados en sitios como ese.
ResponderEliminarFeliz primavera lavela
isabel
Vale, Ayla, el contorno depara unos días prometedores.
ResponderEliminarBueno, Isabel, ya sabes que ese río está a tu alcance y al de la gente de la Biblioteca Torrente Ballester.
ResponderEliminarFeliz primavera a ti.
Qué bonito y qué pena que hoy no tengamos día de sol primaveral
ResponderEliminarTiene algo de teatral esta primavera. Un escenario de luz tras el invernal tramo de pasillos y rampas.
ResponderEliminarQue la función sea propicia.
Ya sabéis, Ayla y ebge: en marzo, marcea (y en mayo, mayea).
ResponderEliminarUn paseo muy agradable de la mano de tu bibliotecaria que concluye con una milonga que hasta he podido escuchar. No se puede empezar mejor la mañana.
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