viernes, 4 de abril de 2014

Arte, camelias, guerras y el camino

Puede verse estos días en Burgos la delicada exposición El pincel y laespada, referida a Japón, más en concreto a la época Edo (1615-1868), la del proverbial aislamiento del país, en el que una rígida estructura social, con el emperador en la cúspide, era mantenida por gobernadores y samuráis, los cuales se divertían en barrios especiales de las grandes ciudades, donde florecía el arte flotante (Compórtate como la calabaza en el río). Con algunas piezas del período Meiji (1868-1912), ya con intercambio occidental.
La Naturaleza como espectáculo. Las camelias que retornan a nuestro barrio en esos todavía diminutos arbolillos que plantaron hace unos años. Cuenta el afamado narrador japonés Natsume Soseki (1867-1916) que, cuando estuvo estudiando en Londres (donde malvivió), en una ocasión invitó a unos jóvenes londinenses a contemplar  la nieve cayendo y se mofaron de él.
Y, luego, la guerra. Cuántas obras literarias del momento dan fe de la alegría desbordante que se apodera de la juventud cuando se declaran la guerra unos países a otros. Stefan Zweig (1881-1942), testigo de lo que sucede en Salzburgo, lo hace en El mundo de ayer, al anunciarse la entrada de Austria en la primera guerra mundial. Y otro de los que era casi un niño, Ernest Glaesser, confirma el hecho en Los que teníamos doce años (traducido en 1930 en España, época muy antiguerrera en nuestro país). Hoy lo podemos leer en uno de los libros editados al calor (o el frío) de aquel acontecimiento, 14, de Jean Echenoz.
A cada cual, nos queda ese dilema que plantean los versos de Robert Frost (1874-1936) en «El camino no tomado (o no elegido)»: Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo, / Y apenado por no poder tomar los dos /  Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie / Mirando uno de ellos tan lejos como pude, / Hasta donde se perdía en la espesura; […]Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, / Yo tomé el menos transitado, / Y eso hizo toda la diferencia.

5 comentarios:

  1. Eres afoertunado, Ignacio. Esa exposición de la época Edo debe ser una delicia. Contemplar la nieve, las camelias... Hay personas que reparan en ellas. Lástima de las que no lo hacen. Esos londinenses... Qué vida más limitada. Bss

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  2. Tienes razón, Mere, la fortuna nos sonríe con esos acontecimientos.

    Besos.

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  3. Creo que todo lo que me interesaría ver y conocer está normalmente fuera de donde vivo. Que interesante debe ser visitar esta exposición.
    saludos

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  4. Bueno, Karin, estás invitada. Total, Burgos queda cerca.

    Saludos.

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  5. Ambas son un temporal, ambas maravillan. Soseki se queda solo admirando la belleza de la una, la nieve, y la mayoría prefiere el misterioso atractivo de la otra, la guerra. Coinciden al final, el silencio, pero no en su camino.

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