Al azar, que también ama, como es lógico, la luz de la razón
Veía la otra tarde una
exposición de Eugenio Granel (1912-2001), y se me ocurrió variar un poco la
dedicatoria que hace Juan Zúñiga a Felicidad en Misterios de las noches y los días, resultando el pensamiento que
encabeza la anotación de hoy, pues me estaba dando vueltas por la cabeza durante
todo el día. Granel es hoy uno de los surrealistas más reconocidos en España,
con fundación incluida en Santiago de Compostela, no en vano, desde que conoce
a Breton, asume esta corriente bajo «una perspectiva ética, como un modo de
analizar la realidad, mostrarla y, sobre todo, vivirla». Se conocen en Santo
Domingo en 1941, época dominada por Leónidas Trujillo, cuya sangrienta
dictadura se prolonga desde 1930 hasta 1961 en que es acribillado (si bien la
nación vive todavía cuarenta años más bajo la férula de sus lugartenientes,
especialmente Balaguer). Allí, en el país antillano comienza a exponer sus
primeros cuadros, permaneciendo en la isla hasta 1946 en que se asienta en
Guatemala.
Granel sale de España en
1939 con el masivo exilio que provoca la victoria franquista y da con sus
huesos en tierra dominada por la impunidad, pues Trujillo desea lavar la cara
y, al tiempo, asentar unas comunas agrarias en la frontera haitiana (en la que
masacra a 17.000 vecinos a machete) para lo que fleta barcos desde Francia y
regala tierras (confiscadas) a los exiliados españoles. Allí coincide con Vela
Zanetti, autor de múltiples frescos en los monumentos de la nación. Unas
contradicciones en toda regla, las cuales se multiplican al haber miles de
dominicanos que escapan a Estados Unidos para salvar el pellejo o para buscar
oportunidades de mejora de vida.
Junot Díaz en La maravillosa vida breve de Óscar Wao
describe el mundo del horror del trujillato en Santo Domingo y la vida de la gente
que se asienta en los barrios USA. Además de dar con una estructura y forma
narrativas fuera de lo común, donde hablan con propiedad la gente sin voz, pone
sobre el tapete la violencia de las dictaduras, el machismo que cobijan y la
xenofobia de las democracias.
Desde luego parece o suena extraño salir de una dictadura que excluía (ideológica y, claro, físicamente) a mucha gente y buscar refugio en otra que también lo hizo. Es complicado hacerse una idea hoy en día.
ResponderEliminarEs cierto, ebge, complicado hacerse hoy una idea. Seguramente influiría el que los rescatara del infierno francés.
EliminarEso digo yo también , no tiene mucho sentido, la verdad. ¿Por qué lo haría?
ResponderEliminarMe gusta mucho la primera pintura.
Un abrazo
Es de Granell. La verdad que tiene unos cuadros emocionantes.
EliminarUn abrazo.
Unos tiempos difíciles los años treinta, no solo en Europa, aunque especialmente. Creo recordar ese "recibimiento" a los exiliados españoles, pero lo había olvidado.
ResponderEliminarConozco poco su pintura aunque alguna obra he visto.
Abrazos!!
La verdad que tuvieron que salir de España en unos años catastróficos. Muchos murieron en los campos de concentración franceses (que ahora llaman de internamiento).
EliminarAbrazos.
¡Vaya un cóctel! No están los tiempos para detenerse en ello. Hay que pensar demasiado.
ResponderEliminarSaludos.
Pues sí, Anónimo, no nos queda demasiado tiempo para reflexionar.
EliminarSaludos y gracias.
Interesante Ignacio, realmente salir de una dictadura y acabar en otra no parece una gran solución.
ResponderEliminarNo lo conocía, siempre es un placer hacer descubrimientos contigo.
Un saludo