Con la indolencia espontánea que nos
proporcionan los meses de verano ‒ya las lilas quemadas; las golondrinas,
criadas‒, iniciamos las anotaciones de julio y agosto, a sabiendas de que
estarán tocadas por esa calma que los
ímpetus laboriosos confunden a menudo con pereza o, incluso, galbana.
Reivindiquemos, pues, la ignavia con que nos inunda la dejadez de las olas.
Leemos “Los viejos camaradas”:
Alegra esa cara,
hombre
‒dicen, dándote una
palmadita en la espalda‒,
hay que ser más
optimista,
tú al menos puedes
contarlo, ¿no?,
otros no tienen tanta suerte.
Y luego miran enseguida
el reloj,
y se van.
No vaya a ser
que se lo cuentes.
hombre
‒dicen, dándote una
palmadita en la espalda‒,
hay que ser más
optimista,
tú al menos puedes
contarlo, ¿no?,
otros no tienen tanta suerte.
Y luego miran enseguida
el reloj,
y se van.
No vaya a ser
que se lo cuentes.
Son versos de Karmelo C. Iribarren, anotados
en La frontera y otros poemas (2018).
Elegante entrada, un buen poema para comenzar la semana. Saludos!
ResponderEliminarGracias, Taty. Es de esperar que la semana continúe dulce.
EliminarSaludos.
¡Ja, ja! (aunque tiene su miga).
ResponderEliminarLo de la indolencia queda acertado.
Saludos
Ya, Anónimo, si se piensa, sí que tiene miga.
EliminarSaludos.