La Psicología recomienda
encarecidamente que, de tanto en tanto, salgamos de nuestra zona de confort.
Habitualmente, entendemos por ello el salir de nuestros ambientes cotidianos,
viajar, conocer gente, etc. Pero, mira por dónde, con el coronavirus, resulta
que una gran parte de la población está saliendo de su zona de confort al estar
confinada en casa, está realizando una actividad inusual. ¿Cambiará de algún
modo nuestra persona en esta temporada? La respuesta tendría que ser sí. Sería lo que llaman en las técnicas
orientales una práctica de calidad elevada, realizada con movimientos pequeños,
imperceptibles a veces si son hechos con la intención.
En estos días, podemos
hacernos preguntas sencillas: ¿costará un café lo mismo que antes cuando
volvamos a las cafeterías?, ¿tendrá el mismo valor económico la casa que habitamos?,
¿de qué manera nos saludaremos en los primeros días? Y, también, preguntas más
complejas: ¿cuánta gente se verá afectada en su capacidad adquisitiva por esta
crisis?, ¿aumentarán los suicidios?, ¿cómo encararemos la convivencia?, ¿tendremos
capacidad de integrar a las distintas capas sociales, en la certeza de que la
gente común vamos a terminar con una precariedad más acusada?, ¿cómo despediremos a quienes han muerto?
Otra parte de la población está
saliendo de su zona de confort en su espacio de trabajo, cuando este se dirige
al cuidado de la gente afectada. La sensación de realizar una hazaña tiene que influir necesariamente
en su vida, en la percepción de la gente que le rodea. Tal vez, esa obligación heroica haga que personas que antes eran
miedosas o indecisas terminen por ser más valientes y decididas. No sé. Tal
vez, la adrenalina que les produce la conciencia de su misión les ayude a estirar los límites de su resistencia. Tal vez,
con ello, perciban la inmensidad de su ser.
Otra gente, claro, está
llevando la peor parte. Quienes se están viendo afectados, desde casa o desde
el hospital, tendrán la sensación de ser arrollados por un ciclón. Por lo
desconocido. ¿Qué será de mí? ¿Qué será de mi gente? ¿Qué será de la gente?
No es indiferente, tampoco,
el que esta situación de aislamiento se esté produciendo sin que lo hayamos
querido. No puede dejarnos incólumes el saber
que somos rebaño, el saber que hay pastores.
2020 iba a ser un año redondo. Quisiera equivocarme,
pero la clase política que nos representa no parece que vaya a estar a la
altura de los hechos; ya comienzan a tirarse los trastos a la cabeza (y a ocupar la ciencia). Una vez
más, tendremos que apañarnos por nuestra cuenta. ¡Ojalá!Salud.
Hola Ignacio, muchas de las preguntas que te planteas también me las planteando yo desde mi confinamiento que, espero no sea demasiado largo. Cuídate amigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Conchi, cuídate tú también y, según dices, esperemos que no sea muy extensa la temporadas.
EliminarAbrazos.
Salud Ignacio, cuanto tiempo sin ver "lavelablanca"...
ResponderEliminarEsta crisis la superaremos con el ánimo de que nuestras sociedades se organicen con más protagonismo de la gente corriente y los valores de la dignidad sean más determinantes.
Pues por aquí continuamos. Ecantados de recibirte de nuevo.
EliminarSaludos.
Por desgracia tienes razón Ignacio, la clase política otra vez más no está a la altura.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha salud
Hace ya bastante tiempo que no lo está, pero ahora...
EliminarAbrazos.
A fé que son una reflexiones oportunas.
ResponderEliminarNo cabe duda de que el momento es una oportunidad en el plano personal y un desafío en el plano social, pues si tuviésemos asociaciones ciudadanas activas, la salida de esto sería más "saludable" para todo el mundo, especialmente para quienes más va a perder.
Saludos.
Proporcionas, Anónimo, una receta "saludable", en lo personal y en lo social.
EliminarEsperemos con esperanza.
Saludos.
En una sociedad desagregada en pequeñas unidades, cada una en su hogar, parece una buena idea descomponer las realidades que nos afectan en minúsculos ejercicios de pensamiento. La avalancha de sucesos en cadena desborda los anclajes de esperanza de cada familia recluida. Mejor poco a poco.
ResponderEliminarEn aislamiento, somos un símbolo, efectivamente, de una de las facetas más definidoras de la sociedad nuestra, núcleos familiares -a su vez, descomponibles- que tratan de buscar aire.
EliminarDaludos.
Pues no tengo tan claro que después de esto cambie algo...ojalá a pesar de todo fuera para bien, pero yo no lo creo. La vida se paró a pesar del martilleo constante de vivir al límite, de vivir como si no hubiera un mañana, de salir de las pretendidas zonas de confort, y del si quieres puedes. Pues no, ahora no se puede por mucho que quieras, la realidad se impone. A cuidarse mucho todos. Un abrazo
ResponderEliminarRealidad Realidad lo tuyo, Esther. Tienes una dosis notable de razón.
ResponderEliminarNos cuidaremos, claro.
Abrazos.