Mostrando entradas con la etiqueta campo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta campo. Mostrar todas las entradas

viernes, 12 de diciembre de 2014

Cuidados del campo (o bichos raros)

7 comentarios
Hace un año, o así, tuvimos unas conversaciones con la Camarera sobre campo y ciudad. Macario, que es un hombre efusivo, decía que no viviría en un pueblo ni de broma; el nació en uno de la provincia y permaneció allí hasta que hizo la mili, época en la que se apañó para encontrar trabajo en una fábrica de la capital, pues la dureza de aquellas tareas no le atraían. Por mi parte, les contaba los encuentros que tuve, en los años ochenta, con Julián, uno de los personajes más curiosos que conocí por entonces; había estado en el exilio francés después de la guerra y había vuelto terminada la dictadura; nacido en un pueblo riojano ‒San Vicente de la Sonsierra‒, había participado en colectividades agrarias y trabajado en colectivizaciones de fábricas; con toda su experiencia en situaciones que exigen sacrificio y generosidad, nos decía: «Con la gente campesina, voy al fin del mundo; con la gente que trabaja en las ciudades…, hasta la esquina».
Aquello me ha hecho reflexionar muchas veces. Y este par de semanas en que he estado leyendo para el club de lectura El viento de la luna, de Muñoz Molina, me han venido de nuevo a la mente las palabras de Julián. El libro refleja no solo modos de vida diferentes de ahora y de antes, sino maneras distintas de relacionarse con los productos de la naturaleza y con la Naturaleza misma. Habla del cuidado con el que tienen que manipularse objetos o frutos de la huerta, poniendo especial atención en que no se estropeen o echen a perder los tomates o higos que están madurando. Pero en la ciudad, ¿qué atención debemos tener ante los objetos de la mesa de escritorio o en la cadena de producción?
Tal vez somos bichos raros. Sin tierra.

lunes, 29 de octubre de 2012

Cine en el campo

2 comentarios

La otra tarde me invitó la Bibliotecaria al cine (que, con el precio que lleva, es casi como declararse). Le habían hablado bien de Alicia, película reciente con pareceres del pasado. Pero me encontraba bastante renuente a sentarnos en una sala semioscura y contemplar la vida en una pantalla. Así que terminamos visitando Monacatus, las Edades del Hombre en Oña (Burgos). El viaje nos sorprendió: las llanuras de la Bureba con los pardos del labrantío y el verde naciente del trigo; las hojas amarillas; las nubes cargadas dejando lluvia; los claros surcados por arcoiris de escondite. Llegamos a la cuenca del pueblo con las laderas en amarillo y rojo. Un café caliente en el bar de la plaza y nos perdimos en la maraña de gestos y colores de la exposición. El impresionante claustro. Los jardines y estanques.

En el paseo por el bosque circundante hablamos de mi paisana Mercedes Álvarez, autora de esa película reportaje que tanta gente ha visto –El cielo gira–, rodada en Aldealseñor, pueblo soriano de donde desciende (cercano al mío). Como suelo visitar la isla que construye Eloísa Otero (desde León), he leído con deleite y preocupación la entrevista que le ha hecho, con motivo de su más reciente obra –Mercado de futuros–, centrada en la paisajística, en la que expresa ideas como ésta: «La distribución y escritura del espacio ha sido siempre una cuestión política, en términos de poder. Y el espacio construido es un lenguaje, un trabajo y un libro sobre la memoria. Pero el espacio que se construye hoy no está hecho para ser leído, porque no dice nada. O es arquitectura-espectáculo o es urbanismo del olvido».

Cine en el campo.