Las ciudades conforman a la gente que las habita(mos), pero hay personas que infunden sabia a las ciudades en las que viven. Hace apenas cinco meses –regalo de solsticio de invierno– vio la luz el libro Burgos. Memoria de una ciudad (Burgos, Autor, 2009, impreso en Aldecoa), que incorpora colorista cubierta de Néstor Pavón, con algo más de trescientas cincuenta páginas en las que se pasea por los trece siglos de historia de la Ciudad del Arlanzón. Cada capítulo representa, sucesivamente, una época del burgo, en el que en primera persona habla de sí mismo, de cómo se expande o cómo se recoge, de cómo grita o de cómo calla, de cómo reniega o de cómo espera. Fundamentalmente, respira, porque la visión de su autor tiene el optimismo de los amaneceres. Es un libro de archivo, de biblioteca, no de pega; es decir, de innumerables horas de trabajo solitario, de redacción pausada, de contraste, de eliminación, de duda, de café, de cerrar los ojos demasiado tarde, de postergar compromisos, de caminar con él. Por si fuera poco, despliega citas y decires como si tal cosa, como si tomando un vino te deleitara con unos versos de Pessoa o un epigrama de Kundera -«¡En efecto, quien busque el infinito, que cierre los ojos!».
Y decíamos que hay personas que infunden sabia a las ciudades en las que viven. Una de ellas es el autor del libro que comentamos aquí: Fernando Ortega Barriuso. ¡Cuántas páginas anónimas llevan su impronta! ¡Cuánta gente de la que publica libros en Burgos tiene que agradecer sus colaboraciones en la sombra! ¡Cuántas actividades culturales! Es de las/os imprescindibles –aquellas/os a quienes se refería Bertolt Brecht–, de quienes empujan la rueda de la fortuna, de quienes construyen barricadas de agua, de quienes mantiene el rescoldo del fuego.
[Pueden leerse algunos otros libros de Fernado: Breve historia de la ciudad de Burgos, Burgos, la ciudad vivida (con Carlos de la Sierra), Diccionario de la cultura en Burgos, siglo XX, o La ciudad de Burgos durante el régimen de Franco]
Y decíamos que hay personas que infunden sabia a las ciudades en las que viven. Una de ellas es el autor del libro que comentamos aquí: Fernando Ortega Barriuso. ¡Cuántas páginas anónimas llevan su impronta! ¡Cuánta gente de la que publica libros en Burgos tiene que agradecer sus colaboraciones en la sombra! ¡Cuántas actividades culturales! Es de las/os imprescindibles –aquellas/os a quienes se refería Bertolt Brecht–, de quienes empujan la rueda de la fortuna, de quienes construyen barricadas de agua, de quienes mantiene el rescoldo del fuego.
[Pueden leerse algunos otros libros de Fernado: Breve historia de la ciudad de Burgos, Burgos, la ciudad vivida (con Carlos de la Sierra), Diccionario de la cultura en Burgos, siglo XX, o La ciudad de Burgos durante el régimen de Franco]
Verdaderamente. No se puede expresar con más acierto la impronta de Fernando Ortega.
ResponderEliminarRazón tienes Lavela, no se si sabe Ortega Barriuso, lo que le debemos todos los que hemos opositado en nuestra ciudad. Es una suerte contar en la ciudad con alguien que sepa recopilar y contar la historia como si de un bonito cuento se tratara.
ResponderEliminarBueno, me lo apunto que tiene muy buena pinta, nunca está de más repasar nuestra historia
ResponderEliminarY por si fuera poco, Fernando Ortega ha sido colega nuestro, bibliotecario. Nuestra más merecida felicitación y sincero agradecimiento
ResponderEliminarLo mejor de Fernando Ortega es que su calidad humana es muy superior a su calidad literaria... y mira que como escritor vale mucho
ResponderEliminar¡Y lo que le queda por trajinar!
ResponderEliminarBuenos días, Burgostecarios:
ResponderEliminarTendré que ir ahorrando y haciendo sitio para colocar los libros de Fernando Ortega.
Me gustan sus entrevistas en el Diario de Burgos, siempre bien documentadas y con su toque de poesía.
¡Qué buena cosecha -en personas- la de los años de su nacimiento!.
Saludos. Gelu