Son varias las parejas que se han unido desde la lectura de unos versos. Algunas de ellas han llevado vida en común perdurable; otras, no tanto (pero ello es una historia que ahora no viene a cuento). Entre las primeras –las que han iniciado una relación de por vida–, se encuentra la de la poetisa chilena Winétt de Rokha (1894-1951) y el poeta, también chileno, Pablo de Rokha (1894-1968).
Winétt le envió a Pablo en 1915 su tercer libro de poemas, Lo que me dijo el silencio, que acababa de publicar con el seudónimo Juana Inés de la Cruz. Ella vivía en Santiago y él en Talca. Cuando leyó sus versos y vio la fotografía de la autora que incluía el poemario, le contestó prontamente: «La belleza de tus poemas / es la expresión de tu figura». Y no se contentó con ello, sino que se acercó a Santiago, averiguó dónde vivía y, sin más, se presentó a conocerla. Al año siguiente se casaron (como suele suceder, en contra del deseo de su padre, pues era hija de Indalecio Anabalón y Urzúa, y de Luisa Sanderson Mardones, condesa de Villa Umbría, siendo el pretendiente un mozo poeta de porvenir incierto).
Tuvieron cinco hijas y cuatro hijos, de los cuales Carmen y Tomás murieron tempranamente. Winétt recuerda a Carmen en uno de los poemas de Cantoral (1936): «Su llanto de árbol en tiniebla, / es encogido y amargo; / y su cuerpecito no pesa más que una golondrina […] Yerbas con olor a tierra húmeda / y a toronjil, / aroman su aliento de fantasma». Para Tomás también tiene palabras en Canción de Tomás, el ausente, «Voy a deshojar los innumerables pájaros / para tu navío de sombra». Ella siguió escribiendo.
Allá los corderos mudos,
sacrificados en el marco de la mañana;
allá los volcanes libres y los pensamientos,
los caracoles rubios besando las bocas
de la campanilla jugosas.
Allá los corderos mudos,
sacrificados en el marco de la mañana;
allá los volcanes libres y los pensamientos,
los caracoles rubios besando las bocas
de la campanilla jugosas.
Fue una mujer comprometida con la sociedad. Los imponderables de los tiempos y los caprichos de las modas han hecho de Pablo de Rokha un poeta conocido en su tierra, mientras que a Winétt la han mantenido en el descuido, en una de esas claras manifestaciones de injusticia literaria. Algo que trata de enmendar María Inés Zaldívar en «Winétt de Rokha y la vanguardia en Chile», Anales de literatura chilena, núm. 6 (diciembre 2005).
[La anotación va dedicada a quien está recomponiendo su alma, a quien ha atravesado el charco y a quienes miramos].
«Voy a deshojar los innumerables pájaros / para tu navío de sombra»
ResponderEliminarQué don en la palabra.
El don en la palabra para tratar de contar el dolor. Gracias a este poema revivimos la experiencia y nos fundimos con su dolor.
ResponderEliminarPreciosa historia, como todas en las que el amor vence cualquier obstáculo.
ResponderEliminarNo conocía a esta poeta. Indagaré.
Gracias lavelablanca.
ains!! que bonito!!! es tan blandito... navegar en la sombra se hace cansino y no se aguanta tanta negrura, se busca la claridad como las polillas en verano, es necesario el calor para fundir los extremos del alma y volver a unirlos con mas fuerza que otras veces como quien refuerza una barricada y piensa que la proxima vez no se destruira... no es malo pecar de inocencia,creo.
ResponderEliminarClaro, Mafi. Además, según dice Isabel, el amor es la inocencia.
ResponderEliminarQue bonito y a la vez qué triste
ResponderEliminarGracias Lavela no conocía a estos poetas
¡Hola compañeros!
ResponderEliminar¿Cómo estaís?
Os escribo para contaros que un grupo de bibliotecarios de Cantabria hemos creado un blog, muy inspirado en el vuestro. Como vereís os hemos copiado algunas cosillas, pero bueno, supongo que nos dejaís verdad? ;-)
Aquí os dejo el enlace: http://cantabrotecarios.blogspot.com/
Saludos!!!
A quién no le gusta que le escriban unos versos, je je.A veces se dice que el que sabe bailar sabe ligar, yo también creo que el saber escribir ayuda mucho.
ResponderEliminarHola Noe, pasaremos a visitarte por supuesto.