domingo, 23 de mayo de 2010

La poesía que nos da ojos

¿Estás triste hoy? ¿Crees que la vida tendría que ser más amable contigo? Bueno, aquí lo único que podemos hacer es contar historias. Así que si quieres…
A menudo desearíamos tener la clave para deducir si un poema es interesante, si dentro de cien años conservará la frescura que le vemos ahora. ¡Buf, qué complicado! René Char (1907-1988) –ese poeta imprescindible, algo hosco y malhumorado– decía en una entrevista en 1948: «para mí un poema no es bello, curioso, original o lo que se te ocurra. Es una cima en sí mismo. Algo duro, que no tiene necesidad de ser apreciado, admirado o saboreado. Lo que hace falta es que, al leerlo, descienda dentro de ti».

Robert Browning (1812-1889), por su parte, sí que daba pistas. Decía que un poema corrientillo es aquel que te dice que afuera pasa algo o, a lo sumo, te relata lo que ocurre; sin embargo, un poema de calidad es el que te asoma a la ventana. Browning tuvo una vida curiosa. Como si fuera un joven de hoy, vivió en su casa hasta los 33 años; entonces se enamoró de la poesía de Elizabeth Barrett, poetisa inválida que sufría en lo más parecido a una cárcel con su familia. Se casan al año siguiente, viviendo apasionadamente hasta 1961, en que muere Elisabeth. En esos años, ella escribe mucho más fluidamente, pero Robert conservó su maestría y la ejerció después. Veamos

Cita nocturna

El mar gris y la costa, larga y negra;
y el creciente amarillo, grande, bajo;
las olas asustadas y menudas que brincan
con fiero cabrilleo, a su sueño arrancadas,
al llegarme a la rada, con proa decidida,
y detener su marcha veloz en blanda arena.

Luego –una milla– tibia y oliendo a mar, la rada,
y cruzar tres bancales, antes de la alquería;
un golpe en el postigo, el roce áspero y breve
y el destellar azul de un fósforo en la sombra,
y una voz aun más queda, por miedo y alborozo,
que los dos corazones, latiendo confundidos.

Tal vez la traducción pudiera haberse hecho de otra manera, pero aún así en seguida estamos metidos en la escena, llegamos a la casa y escuchamos el «roce áspero y breve», contenemos la respiración para que no se apague el fósforo y, pasado el primer destello azul, se abre nuestra mirada. La poesía que nos da ojos.

7 comentarios:

  1. A mi la poesía siempre me parece muy compleja, menos mal a tus traducciones, je je.
    La foto es preciosa y la historia muy bonita, como siempre.

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  2. ay! qué bonito hijo!!! se puede sentir el calor, el color, el amor...

    Yo soy tan banal... este fin de semana me ha llegado una coplilla callejera, pero me ha ayudado un montón que también es importante.
    "Mas vale ajamonarse que amojamarse" y en ello estoy. ;)

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  3. No tengo demasiada seguridad, Mafi, de que esa coplilla dé resultado. Ya nos dirás.

    Gracias, Ayla, las historias con las palabras (casi) siempre tienen traducción.

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  4. Muy bonita la historia, yo también necesito de aclaraciones para comprender la poesía, Gracias

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  5. No tengo demasiada seguridad, Mafi, de que esa coplilla dé resultado. Ya nos dirás.

    Como que no, yo estoy completamente segura, las coplillas son muy sabias.Ajamonarse, acervezarse, adivertirse, ala ala alegría.

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  6. Ajamonarse, acervezarse, adivertirse, ala ala alegría

    Lo nuestro es la seriedad, Ayla. Nada de los goces mundanos.

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  7. Un poema precioso de René Char:

    CONSUELO

    Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
    a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor:
    el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
    verdad le amó?
    Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
    miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja
    la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin
    tomar parte en ello.
    Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
    Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
    donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.
    Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
    a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi
    amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda:
    ¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que
    no caiga?

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