Claudio Magris (1939-) marcó el número de teléfono, que conservaba desde hacía tiempo, del piso londinense de Elías Canetti (1905-1994). Habían transcurrido algunos años desde que lo había utilizado, por lo que no se extrañó al oír la voz de una anciana cuando descolgaron al otro lado. “Habrá cambiado de residencia”, pensó. Pero no, preguntó por Elías y le contestaron que en ese momento no se encontraba en casa; había salido a dar un paseo y pronto volvería. Dejó pasar un tiempo prudencial, marcó de nuevo y, esta vez sí, le contestó Canetti, con el consiguiente regocijo de ambos.
Elías le confesó entonces que la voz de anciana que había escuchado antes era la suya, y que utilizaba esta treta para salvarse de pesadas intromisiones. Era una de sus metamorfosis. Canetti apreciaba –como poca gente lo hace- el cambio voluntario, el “preciado don de la metamorfosis”, que hace que una persona sea capaz de extraer de sí misma potencialidades que, de otro modo, no sabría que están en su interior. Y ello él lo había experimentado desde su infancia.
Como solía suceder en las familias burguesas, sus primeros años los pasó vestido de niña. Además, hablaba ladino, el español que perduraba en las familias judías sefardíes expulsadas de España a finales del siglo XV –su padre y su madre provenían de dichas familias; no en vano, Canetti proviene de Cañete, pueblo de Cuenca-, pero la lengua en la que escribirá será el alemán, siendo que vivió muchos años en Inglaterra. En La lengua salvada (primer libro de los tres que componen su autobiografía) nos cuenta su relación con el lenguaje y los idiomas. Una lectura bastante amena para estos lluviosos días de fiesta.
Qué personaje tan curioso, a mí me gustaría ser invisible algunas veces, porque lo de la metamorfosis hay días que no me sale bien.
ResponderEliminarSaludos.
Lo del cambio de voz en el mostrador no sirve, no va a colar no?
ResponderEliminarBueno, Elena, lo de la invisibilidad parece un poco más complicado, pero... será cuestión de pillarle el truco.
ResponderEliminarSaludos.
Ayla, cambiar la voz en el mostrador parece insufiente. Aunque si le acompaña el peinado, la blusa... puede dar sus resultados.
ResponderEliminarMira que me ha dado últimamente por escuchar canciones en "Ladino" me gusta leer cosa sobre la cultura judía... lo de la metamorfosis a la orden del día, un buen bibliotecario sabe que tiene que metamorfearse cuando hace falta, "sonrisa complaciente al usuario majo", "alzamiento de ceja, voz cortante al usuario plasta, grosero o inconveniente"... es un arte, desde luego. XD
ResponderEliminarY un precioso don, Mafi. Y que dure...
ResponderEliminarLo que no entiendo porqué los vestían de niñas.
ResponderEliminarEstoy trabajando en lo de la metamorfosis y hay días que casi lo consigo (gafas fuera, cambio de pelo y ropa distinta) pero al final siempre me reconocen, tengo que seguir perfeccionando la técnica
La verdad que tampoco sé por qué los vestían de niñas. Pero es curioso ver lo que son las costumbres.
ResponderEliminarCreo que no era realmente que les vistieran de niñas, es que la ropa de bebé (hasta los tres o cuatro años) no era diferente para niños o niñas, me parece que lo he leído por algún lado, sobre todo en el s. XIX y en la llamada época victoriana inglesa, aunque no se si sería este el caso.
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