Lo han matado en el silencioso bullicio de las calles. Como nació. Dicen que los asesinos se despistaron, que iban buscando a quien viajaba junto a él, que descerrajaron sus armas en dirección a su corazón por error. Difícil de creer, no obstante. Son profesionales del crimen. Ensayan sobre dianas inermes, movidas por el viento, para no fallar el blanco cuando tienen que hacerlo sobre un cuerpo con aliento. El día señalado, según se acerca la hora, encienden una vela en el altar de sus dioses (o vírgenes), pidiendo que no les tiemble el pulso en el momento de apretar el gatillo. Llegado éste, disparan con decisión… Y se dirigen a cobrar la segunda mitad de la paga pactada, con que alimentar a sus hijos.
Facundo Cabral (1937-2011) nació −decía− en la calle. Una infancia dura (junto a su madre y siete hermanos) en Berisso y en Tierra de Fuego, un carácter agresivo, mezclado con alcohol, le podían haber llevado a ser como uno de sus asesinos. Pero estando en la cárcel, en la adolescencia, le enseñaron a leer y escribir a los 14 años y se puso en contacto con la literatura universal. Estudió. A los 17 renació en la luz. Fuera de rejas, se dedicó a componer, escribir y cantar. Desde su admiración por Gandhi, Jesús y la Madre Teresa de Calculta, y desde sus querencias por la literatura de Borges y Walt Whitman, ejerció crítica social, siempre con su sentido del humor a flote.
Enviudado a los 40, vivió en hoteles y no ha dejado un archivo documental (la mayor parte de su discografía la regaló a un taxista amigo), a pesar de que su discografía y obra literaria es amplia. Se estaba quedando invidente.
¡Que la tierra te sea leve, Facundo!
Dicen que siempre mueren los mejores, y yo agrego que si no mueren los asesinan.
ResponderEliminarEl monólogo de los pendejos, genial.
Un beso Lavela.
Suele ser así, Elena, la muerte casi siempre se despista.
ResponderEliminarUn beso para ti.
Hay pendejos de toda categoría y además son mayoría, ja ja ja. Buenísimo el monólogo
ResponderEliminarYa lo creo, Ayla ¡lo que dan de sí los pendejos!
ResponderEliminarEs una pena!! aunque su testimonio no se lo han podido cargar, gracias que podemos leerle y escucharle para siempre y ahora con más ganas.
ResponderEliminarMuy bueno el monólogo, yo añadiría algún pendejo más, jejeje. También me ha encantado ver como su estancia en prisión le acercó a la lectura, que le hizo cambiar y aprovechar lo que tenía para criticar la sociedad.
ResponderEliminarUna pena su muerte, aunque como dice mi madre siempre cae de pie y no hay manera de librarse de ella.