La Bibliotecaria comparte el gusto de oler los libros con mayor número de personas del que yo creía que existiera con esta afición. Ahí está la bitácora que ya lo anuncia en el nombre –Olor a libro nuevo y café− y esa anotación de Letras y escenas, o la de No me digas que… [de donde tomamos la imagen de arriba], en las que numerosos comentarios hacen alusión a este ímpetu (por esta vez, llamémosle así). Mientras atravesamos el verde prado del Parral, alfombrado de margaritas y botones de oro, y nos despojamos de prendas superfluas, exponiendo al sol nuestra blanquecina piel, le hablo a la Bibliotecaria de las zahúrdas en las que se han impreso gran parte de los libros cuyo aroma ahora aspira con tanta delectación. Los efluvios del plomo de las linotipias y el de las tintas han quemado demasiados pulmones en los talleres de imprenta.
«Igual que las panaderías», le comento. Un obrero panadero argentino, Joaquín Hucha, escribió hace casi un siglo un folleto en el que denunciaba El trabajo nocturno y los males que acarrea (editado por Tierra y Libertad en Imprenta Germinal, 1915). En él, se describen escenas parecidas a las que narra un artículo del Boletín de Artes Gráficas (1937): «¡Qué pocos talleres han conocido la holgura! Y siempre la misma obsesión: imprimir libros al precio más económico. Cuando el impresor tenía capital, montaba su taller al dictado del mote “Imprimir muy barato”. Para ello bastaba con adquirir la maquinaria más moderna. El local, no importaba [...] Tampoco importaba el material auxiliar, no productivo. Pero cuando el impresor no tenía capital [...] entonces la pocilga tomaba matices dantescos: zaquizamíes absurdos en rezumantes sótanos, tenebrosas alcobas que hablaban clandestinidades incomprensibles [...] con un huir de la luz como si se temiesen sus radioactividades [...] Y quién sabe si, a la acción de los rayos luminosos, aquellos monstruosos cuerpos tipográficos no habrían muerto instantáneamente. Cabe pensar que sus mismos dueños, avergonzados al verlos, los habrían liquidado”.
Pan para el cuerpo y pan para el espíritu. En estas ocasiones, casi me alegro de mi alergia al papel impreso (en especial, el viejo). Y se me figura que mi achist es un guiño a las penalidades del pasado.
Cuántas voces nos traes hoy en esas bitácoras que enlazas. No tienen olores porque lo digital es ceros y unos, que no son flores. Los números de linotipia sí huelen, como dices, porque la contabilidad -números que cuadran- huele a barato.
ResponderEliminarPero hay otros números: el de las estrellas, el de la música (al fin y al cabo, cálculo armónico), el de la comida (matemática de los ingredientes), la pintura (álgebra de la mirada), y más así, seguro.
Sí, ebge, hay más números así. El de los sonetos (con sus versos, sus sílabas y sus acentuaciones)...
ResponderEliminarLa bibliotecaria huele lo que puede... y lo mejor que huele en la biblioteca son "sin duda" los libros nuevos, a los que se agarra con fervor cuando algún efluvio etéreo o corpóreo inunda su territorio en días tan calurosos como hoy.
ResponderEliminarTu alergia querido navegante se va a ver atenuada con la lectura en un bonito ereader, que quieres? algo bueno por lo que comenzar a hablar de tecnología, no todo es malo y la bibliotecaria lo sabe también, si es que es más lista qué picio! ¿por cierto, quién sería Picio? XD
Yo ya no voy a extrañar el olor a libro nuevo en mi Kindle. Existe un perfume que evoca el olor de un libro nuevo:
ResponderEliminarhttp://www.lecturalia.com/blog/2012/05/04/olor-a-libro-nuevo-para-tus-ebooks-y-para-ti-tambien/
Espero que no sea broma y que salga pronto al mercado.
Gracias, Amalia, por tus comrpensivas palabras hacia mi alergia libresca. Aunque he de reconocer que hay libros que merecen un achist.
ResponderEliminar¡Hola, Dann Tesco! ¡Qué buena la aportación del perfume! Y, como dice uno de los comentarios en Lecturalia: "...habrá gente que quiera leerme".
ResponderEliminarPero socorro ¿cómo vas a tener alergia al papel? eso es el colmo de un bibliotecario.
ResponderEliminarPor otro lado qué decir que yo también creo que hay mas de un libro que se merece un achist
Pues sí, Ayla, en esas andamos. ¡Los sacrifios que ofrecemos a la ciencia!
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