viernes, 2 de noviembre de 2012

Libre te quiero. In memoriam Agustín García Calvo

Cuando en la juventud encuentras a alguien que piensa y que te hace pensar, has hallado un tesoro. Eso es lo que era Agustín García Calvo (1926-2012) para mucha de la gente que andábamos discutiendo cómo funciona el mundo y cómo nos gustaría que funcionara. Además, alguien que nos descubría mundos diferentes –más personales, colectivos y libres– a los pintados por el marxismo imperante en la izquierda española. Cuando pasábamos por Zamora (hacia Sanabria, Portugal o, simplemente, a la feria de los ajos), nos acercábamos al caserón de la Rúa de los Notarios para ver las novedades de Editorial Lucina, llevada por sus parientes, claro, porque Agustín era lo más negado que hay sobre la tierra para administrar su patrimonio.

Y, cosa extraña, era un autor que nunca se preocupaba por ir a las librerías (algo de incógnito) a ver si sus libros se vendían y que nunca preguntaba a la editorial cuándo iba a salir al mercado el texto que les había entregado. Tal vez se pueda encontrar otras dos o tres personas que actúen así, pues quienes escriben suelen padecer de un considerable grado de autoestima. Él tendía más a lo teatral, a expresarse en el escenario de salas de conferencias con gesto amplio y palabra exacta y grandilocuente. Los miércoles del Ateneo madrileño conocen bien de esto en la sala romántica de la Cacharrería.

Por si fuera poco, para los grupos que no disponíamos de solvencia económica, siempre estaba dispuesto a acudir donde lo llamaras de forma gratuita (incluso aportaba cuando podía su grano de arena para el viaje), sin preguntar quién más acudiría o dónde se iban a celebrar las charlas o las jornadas. Todo un catedrático de la Complutense, que, además, aseguraba lleno ese día.

Poeta, ensayista, filólogo clásico… Entre sus posturas consecuentes, estaba la de no acudir a la televisión, medio y aparato que consideraba funesto para la civilización.

Cómo no escuchar ahora su poesía musicada por Amancio Prada. Que la tierra te sea leve.

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