«Había nacido mi prima Encarna. Mi madre me urgía para ir a verla, pero yo no encontraba el momento. Eran vacaciones y restaban por disfrutar muchos partidos y por explorar la zona de El Rejete, barranco arriba, especialmente la ladera donde el tío Encinas estaba excavando una mina. Cuando pasábamos por allí, ello me recordaba lo de mi prima, pues su padre era hijo del tío Encinas y (según puede colegirse) estaba casado con mi prima Pura. ¡A quién se le ocurre nacer en vacaciones de Navidad!
»Los días iban trascurriendo sin pensar. Ya habíamos pasado Año Nuevo. Al finalizar la comida, mi madre me conminó:
―De hoy no pasa que vayas a ver a tu primica. Si no lo haces, se lo digo a tu padre.
―¡Vale! Ahora cuando bajemos a las eras del barranco, entro.
―Y dile a su madre que la niña se parece a la abuela Paquica.
»Saqué el balón de debajo de la silla pequeña de anea, orillada en la parte alta del hogar y bajé las escaleras corriendo, atravesando la carpintería sin entretenerme en nada, y salí a la calle enfilando hacia la Placilla. Antes de torcer la esquina del Marto, oí a mi madre: “¡Si no lo haces, te quedas sin Reyes!”.
»Regateaba las piedras, los hoyos. Tiraba a gol a las puertas de los corrales. Había estrenado balón ¡de cuero! esos días. Me lo habían dado con los cromos de las libras de chocolate. En realidad me faltaba uno para completar el cuadernillo, pero el tío Amancio, que era grandullón y de buen corazón, hizo la vista gorda ante aquella minúscula falta y me dio el balón. El tío Amancio no era tendero ni nada por el estilo, era carretero y viajaba con madera desde los Pinares (de Soria) a los pueblos de Navarra, de donde subía chocolate y algún otro producto, que vendía en su casa.
»¡Eran así los tiempos! Nacían primas, se jugaba al balón y venían los Reyes: tres barricas de guirlache, dos lapiceros y una goma».
Muy bonito Lavela! tienes el corazón tan tierno como el roscón de Reyes (no cómo el mío (digamos que el roscón tb) duro como una piedra)la vida es este relato, nacer, jugarla, morir... el mayor y más grande y mejor deseo para ti.
ResponderEliminar"Tres barricas de guirlache, dos lapiceros y una goma". Con ellos se pueden hacer muchos más regalos a mucha más gente, como este textito de hoy del blog. Los dos últimos para redactarlo, y el guirlache para endulzar las fuerzas de pensarlo.
ResponderEliminarGracias, Amalia, los Reyes sí que son tiernos. El turrón, algo duro, pero dulce.
ResponderEliminarUn abrazo.
Asé es, ebge; de lapiceros y gomas todavía se conservan algunas; los guirlaches se terminaron (se ve que tenía muchas cosas que pensar).
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