En el Hospital Virgen del Mirón (vulgo Antiguo) de Soria
cuelga de las paredes de las habitaciones la pequeña figura de un crucificado.
Ignoro si sucede lo mismo en el resto de hospitales de España y si existe
alguna reglamentación o costumbre al respecto. En todo caso, parece que a nadie
le llamaba la atención este hecho, que a mí me resultaba (al menos) anacrónico.
Las circunstancias me han llevado hasta allí la pasada
semana. La segunda noche de esta estancia –la del miércoles–, ingresaron en la
cama de al lado a una mujer de cierta edad, con todos los visos de la demencia.
Mientras daba gritos de significado incoherente, le pusieron las vías de los
sueros y la mascarilla del oxígeno y le encarecieron que no se los tocara. En
las dos siguientes entradas que hicieron a la habitación, ante el escaso éxito de las indicaciones en que le
recalcaban lo dañiño para su salud de esta conducta rebelde al desprenderse de alimento y oxígeno, decidieron atarle las manos a los barras de los costados de la cama.
Así que allí me vi entre dos crucifixiones (pues no cuento
la mía), sin pegar ojo durante las dos siguientes noches en que permanecí allí.
Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso, sé lo que es ver el sufrimiento cara a cara. Lo único bueno (si es que hay algo) es que te lleva a valorar la vida, esa misma que se pierde y se deteriora en un pis-pás.
ResponderEliminar*Del Cristo, no digo nada. Yo soy católica. Pero respeto tremendamente tu opinión.
Intenta descansar, Ignacio, estarás agotado por fuera y por dentro. Un beso
Lamento mucho tu crucifixión particular. Para mí lo peor del dolor ajeno es que me siento impotente por no poder hacer nada para evitarlo. Bueno, nada no, nuestra presencia puede hacer mucho aunque no alivie el dolor. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mere, intento descansar en este mes en que se acumulan los asuntos.
ResponderEliminarLo del crucifijo, claro, da mucho de sí. No hay por qué despreciarlo, pero creo que no debería estar presidiendo en lugares públicos.
Besos a ti.
¡Qué razón tienes, Esther! La presencia (y la intención) son calmantes ante el dolor, incluso con personas extrañas (demenciadas).
ResponderEliminarUn abrazo para ti.
Yo creo que ambos enfermos tuvieron la suerte de contar con la buena compañía de lavelablanca que seguro les atendió perfectamente.
ResponderEliminarLo del cristo pues opino igual que tu, respeto mucho todo tipo de creencias y las admiro, pero no creo que se deban imponer símbolos a nadie en lugares públicos.
Un beso y que vaya todo bien
Gracias, Ayla, por tanta fe. Ya sabes que cualquiera puede experimentarlo.
ResponderEliminarBesos a ti.
Nos preguntamos si no era realmente consciente de las implicaciones de quedarse sin suero.
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