Y en lugar de la casta y orgullosa flor de lis, llevaban la más modesta de todas las flores: la violeta. (Joseph Roth, Cien días)
«Vi
cómo llegaban. Nos acompaña el dolor. Al nacer, se acerca a nuestra cuna y, en
adelante, nos iguala y nos diferencia. Resulta ficticio soñar que nacemos
libres y disponemos de los mismos derechos. Únicamente los íntimos dolores que
aparecen a lo largo de la vida (y sus correspondientes gozos) nos asemejan. El
otro dolor, el que proviene de la necesidad, del hambre o de la miseria no se
reparte con equidad.
»Por
ello, aquella mañana de mayo (cuando vi cómo llegaban) llevaban prendidas
violetas en las solapas. Esa pequeña flor inundaba los pechos de morado
naciente en una catarata que se derramaba hasta los pies y tenía los bordes de
los caminos que conducían a la gran casa de diminutas estrellas que fueron esparciéndose
en las curiosas espigas.
»Me
hallaba limpiando de hierba los setos de la parte trasera del palacio, cerca
del prado donde la familia y los invitados jugaban al cróquet, cuando una niña
señaló hacia los balcones de la primera planta, donde las sirvientas gritaban y
gesticulaban ostentosamente con los brazos indicando hacia el otro lado del
edificio.
»Creo
que eran tres los tropeles que llegaban por distintos caminos, confluyendo, a
poco de asomarnos, frente a las verjas del jardín de la entrada principal. Niños,
ancianos, mujeres, hombres… emitían un solo sonido –enorme– en el que podían
distinguirse la palabras Libertad, Pan, Trabajo, Justicia. El enjambre se convirtió
seguidamente en una ola que fue trepando el enrejado. Las espinas de los
rosales que rodeaban los barrotes hacían saltar pequeñas gotas de sangre…
»Sin
verme, pasaron por encima y expiré cuando las llamas comenzaban a salir
por las ventanas de la planta baja. La ayudante de cocina más joven, que ha
muerto hace un par de semanas, me ha contado que el humo se vio durante días en
kilómetros a la redonda, hasta que la lluvia apocó las brasas».
En vez de la Revolución de los claveles, la Revolución de las violetas... la más modesta de todas las flores, según me han dicho :)
ResponderEliminarUn beso
No nos vendría nada mal, Mere, gracias.
ResponderEliminarUn beso.
Pues mal acabó la partida de cróquet. Parece que los de la violeta no eran hinchas de ninguno de los jugadores. También hay ahora una inmensa partida de cróquet. Pero ahora todos creemos ser de uno de los equipos que juegan.
ResponderEliminarBueno, podríamos decir que no les interesaba mucho ese juego. Y, quizás, ahora sería una opción el dejar solos a quienes juegan.
ResponderEliminar