Anoche volvía a casa y estaba apareciendo
la luna llena. No crucé el puente Malatos y caminé río arriba por la margen izquierda.
Delante del faro redondo pasaban las ramas de los árboles de la rivera, todavía
desnudas en Burgos (salvo los de los sauces llorones). Entonces comencé a
escribir (en la mente) esta anotación, pues tenía pensado haber escrito sobre
el silencio, pero el momento me arrastraba con plenitud. Cuando di la vuelta
para volver al puente románico, el cielo conservaba un tímido resplandor de la
tarde en el horizonte.
Venía de estar con mi padre. «¿A
dónde vas María?», «Voy a mi casa, que ya es hora», «Ahora esta es tu casa,
mujer; ya pronto vamos a cenar y, después, a la cama», le dice una residente
que siempre está al tanto de lo que se cuece en la sala de estar. María es una
mujer de aspecto dulce, tranquila, de unos 85 años, que camina despacio, algo
encogida de hombros pero con la vista hacia delante. Cuando la noche va cayendo
y los ventanales se iluminan levemente con el brillo de la luna llena, se
levanta del sillón en el que pasa la tarde, con la vista en el infinito, y se
dirige a su casa.
Mi padre se queda tranquilo al
verme llegar. Estaba preocupado por cómo se las apañaría para subir a la
habitación a dormir y su mente ya ha solucionado el problema. No le apetece
hablar y se recuesta. Yo aprovecho para leer unas páginas de este curioso libro
que ha caído en mis manos estos días: La
trabajadora, de Elvira Navarro (2013), en el que las jóvenes Elisa y Susana
conviven con los trastornos mentales de cada una, mientras trabajan (precariamente),
en un modo de vida en que la patología resulta normal en una sociedad sin
proyectos comunes.
Al entrar en calle Emperador, la
luna se encaramaba en el mudéjar Arco de San Martín.
Me ha gustado mucho el relato :)
ResponderEliminarLa luna se presta a cosas bellas como esta.
El libro que dices debe estar muy bien :) Lo malo es el tiempo, no da para leer todo...
Muchos besos.
Ya, Misterio Azul, no hay tiempo para leerlo todo. De hecho, fue uno de los libros que elegí en la mesa de Novedades de la biblioteca entre ocho que me apetecían.
ResponderEliminarBesos a ti.
Como me parezco a ti, cuando mencionas que escribes en la cabeza, a mi me pasa con los haikus. Todo el tiempo los armo en la cabeza, y salto de un tema al otro con mucha facilidad.
ResponderEliminarHermoso momento, hermosa luna.
Otro libro que no conozco....
Ya, Karin, la cabeza es un inmenso mar.
ResponderEliminarSaludos.
En su matizada luz sin estridencias, como con respeto a nuestra intimidad, la luna parece que advierte nuestros resquemores y dudas, y nos quiere dar consuelo en su regazo de penumbra.
ResponderEliminarTú padre no necesita hablar, porque tu sola presencia le llena. Bss
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