Si habitamos en el número 55 de
la Avenida Dropsie, en pleno Bronx, en uno de cuyos extremos podemos tomar el
metro alto en la estación volada que allí se levantó (sobornando el constructor
del barrio al ingeniero jefe), es que andamos por un espacio literario privilegiado, estamos en las páginas de Contrato con Dios (1978), novela gráfica
esencial en la literatura de este género, debida a la pluma y el lápiz de Will.
E. Eisner (1917-2005). «Relatos costumbristas, rebosantes de ternura debido a
la condición humana» de quienes viven aquí. Solo podríamos añadirle alguno de los
personajes que pululan por las páginas de la obra de E. L. Doctorow, tal los
vendedores de periódicos ‒canillitas‒ de principios del siglo XX y tenemos en
las manos, entre los dedos, ese mundo de papel.
Pero, cuántas veces discutiremos
todavía sobre este regalo del destino. ¿Perecerá en su forma clásica? ¿Serán
digitales dentro de veinte años? No lo sabemos. Lo que sí me gustaría ahora es
reflexionar sobre lo que escribía Ramón Pérez de Ayala (1880-1962) acerca de la
lectura temprana: «Sí, Urbano mío; los libros son mi vida, mi mundo, mi
naturaleza, y no podría vivir sin ellos. No hagas caso si los abomino. Pero,
¡por Dios!, no leas libros. Quiero decir, no leas libros todavía. Léelos luego,
todos los que puedas, a tu tiempo; que colaboren en tus reflexiones sobre tu
vida pasada, pero que no se antepongan a tus experiencias provocándote la
embriaguez de una vida imaginaria que te dejará inútil para la vida verdadera.
»Los libros son como las fuerzas
elementales, como el agua, el fuego, el aire, la tierra, el amor; mortales si
te dominan y envuelven, el mejor don de los cielos si los señoreas y limitas en
el cauce, en el hogar, en la vela, bajo los pies, en el pecho. ¡Abrázate recio
con la vida y con el amor! Oye mis palabras como el grito de angustia de un hombre
que quiere salvarse. Tu tabla salvadora la tienes cerca. ¡Abrázate con la vida
y con el amor!».
Tal vez el contrato realizado en las lecturas de la niñez..., no se cumple.
Pues ¿no está tan en boga el hacer campañas de lectura en las bibliotecas bajo el razonamiento de que un lector niño, es un lector adulto seguro? A ver si va a salirnos mal la cosa y estamos poniendo en peligro de convertirse, a toda una generación de criaturas, en Alonsos Quijanos, ciudadanos perdidos para la realidad. ¿Y si toda esa objeción contra las "play" y las pantallas resulta injusta?, pues la misma debiera dirigirse contra el papel impreso.
ResponderEliminarTal vez la función desempeñada hoy por lo que conocemos como mundo virtual ha estado en realidad ahí siempre, desde que conocimos el placer de la lectura. Pero entonces, a ver si va a ser algo consustancial a nosotros: el remontarnos por encima de nuestras limitaciones hasta un espacio irreal pero plausible. ¿Acaso no es un espacio de libertad?
Excelente reflexión, ebge, virtual-práctica.
ResponderEliminarYo vivo abrazada a un libro, tengo uno siempre dando vueltas conmigo durante todo el tiempo, cuando acabo uno voy enlazando la siguiente lectura.
ResponderEliminarun saludo
Es una excelente compañía, Karin, sin duda.
EliminarSaludos
me ha gustado leerte gracias por aparecer en mi vida
ResponderEliminarDe nada, Recomenzar. E igualmente.
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