Se dice que la literatura tiene
capacidades para decir verdades que no alcanzan a reflejar la crítica o la
historia. Incluso la verdad esencial de asuntos o personas. ¡Y qué más
verdadero que una vida! De ahí que las biografías pueden beber de las dos
partes y convertirse en obras literarias al tiempo que narran perfiles de vida.
Al menos, así me está resultando la obra de Matteo Collura sobre Sciascia. El maestro de Regalpetra (2001),
en la que se ha servido de los textos de este escritor culto y elegante para
mostrar el hacerse de este hombre y las palabras que compuso, de forma natural, en las que retrata y denuncia
la sociedad que le toca vivir, entre otras a la mafia siciliana, algo no muy
corriente.
Leonardo Sciascia (1921-1989),
al igual que Sthendal (al que admiraba) o Sartre rechaza al padre y prefiere al
abuelo (paterno) como figura adulta con la que moverse. Se cría entre sus tías
más que con su madre. En cierto modo es un niño cuidado, que puede escapar a
las condiciones de muchos de sus compañeros en Racalmuto, interior de Sicilia,
abocados al durísimo trabajo en las minas de solfataras. Siempre tendrá a este
lugar ‒Regalpetra‒ por centro de su actividad (aunque viaja bastante, nunca
está fuera más de un mes). Admirado por sus compañeros de Instituto, debido a
su extensa cultura y su capacidad literaria, se diferencia de ellos en su
actuación: «no bailó nunca, jamás le dio una patada a un balón, no condujo un
automóvil, no subió a una barca ni se bañó nunca en el mar» (que no le atraía).
Eso sí, sabía interpretar los signos de su tiempo.
Disfrutaba de la escritura, del
«placer sensual, físico del hecho de escribir»; tenía «amor por los
instrumentos de la escritura», cuadernos, lápices, plumas y tinta. Esta nace
desde la existencia de las minas, desde su afición al cine, desde su pasión
juvenil por el antifascismo, desde la opresión mafiosa. La considera una
actividad moral.
Su
hermano Giuseppe se suicida a los 25 años (cuando él tiene 27). Sobre su tumba
elige palabras de Cátulo (en latín):
Contigo
fue sepultada nuestra casa,
contigo
perecieron todas las alegrías,
que cuando estabas vivo tu
dulce amor sostenía.
En su propia tumba ‒Sicilia
se quedó más sola‒ quiso que se leyera: «Nos acordaremos de este planeta».[Salud. A la espera de que la vida disuelva los caprichos de quienes gobiernan la res publica].
Vaya, parece que tenía una visión global de lo que sucedía a nuestro alrededor. La vida le mimó y le enseñó sus garras.
ResponderEliminarSaludos.
Era un ensayista literario, creo.
EliminarSaludos.