Solo con un día de retraso
llegamos al aniversario de la muerte de Tolstoi (1828-1910), ocurrida un 20 de
noviembre –ya se sabe que la misma fecha en que mueren un dictador, un
falangista y un anarquista de este país–. El suceso es uno de los espacios más
visitados de este territorio que es la literatura (y el cine, con La última estación). Este joven
pendenciero, jugador y mujeriego sufre una transformación en la cincuentena que
le lleva a ser erigido poco menos que un mesías entre quienes le siguen, al
denunciar las condiciones de esclavitud del campesinado ruso y la organización
eclesiástica.
La madrugada del 29 de
octubre escapa en secreto de su mansión de Yasnaia Polaia, convertida desde
hacía años en una campana de cristal, asediada por periodistas desde que su
propietario decidiera hacer públicos sus cuadernos. De ahí que, al día
siguiente, la desaparición se conoce en toda Rusia y en parte del mundo. En el
desgarro espiritual en que vivía, antes de salir redacta su testamento dejando
al pueblo ruso como destinatario de los beneficios de sus obras (cuyo administrador
será su editor V. Chetkov).
Internet posibilita acudir a
páginas de gran valor documental y a otras no tan valiosas, traspasadas por
opiniones personales, que suelen re-citarse como las moscas. De ahí que es
normal leer en la nube que Tolstoi lo que hace en este último gesto es huir de
su histérica esposa, Sofía Behrs, una vez
que el amor de la pareja hace tiempo se ha difuminado. Pero no parece que haya
que despachar a esta mujer con ese adjetivo. Sofía tiene 18 años cuando se
casan en 1862 (como dice ella, después de leer los citados cuadernos, con un
hombre que va detrás de todas las faldas) y en el transcurso de 25 años (hasta
1888) está embarazada y pare 13 veces (de quienes tienen 25 nietos). Ayuda a su marido en la corrección de su
obra e, incluso, realiza copias a mano de Guerra
y paz.
Stefan Zweig (1881-1942) le
dedica uno de sus Momentos estelares de la
humanidad (1927), completando la obra de teatro Y la luz brilla en las tinieblas, en la que Tolstoi había pre-visto
las circunstancias de su muerte entre la paz interior y el desgarro espiritual
que sufrió durante tantos años, ocurrida en la casa del jefe de estación de
Astápovo (hoy Lev Tolstoi).
[Salud. A la espera de que la Vida muestre la última estación a quienes gobiernan la res publica].
[Salud. A la espera de que la Vida muestre la última estación a quienes gobiernan la res publica].
Es uno de los eventos más recordados de la literatura. Goethe tuvo una situación familiar parecida cuando pretendió casarse a los 72 años (con una de 19); su hijo y su nuera estaban que echaban las muelas.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, querer cambiar la estructura económica de la familia unilateralmente no deja de ser complicado.
EliminarSaludos.
Los grandes artistas no tuvieron familias felices, y sí muchos sacrificados a su genio a su alrededor. Quizá un "elogio a la locura" esa de la que hablabais el otro día. Me pregunto si tuvieron que elegir entre el arte o el corazón.
ResponderEliminarLa verdad, Esther, que es difícil dilucidarlo. Creo que aquí parte del asunto radicaba en que formó una familia siendo de una determinada manera y, con el tiempo, cambió.
EliminarPor otra parte, nada que no suceda en familias de un talento ordinario.
Abrazos.
Interesante Ignacio, no sabía de esas coincidencias con la fecha de la muerte. Lo cierto es que escuché una vez que desde el desamor se han escrito las obras más preciosas y eso me hace preguntarme ¿es necesario perder lo que se quiere para valorarlo?
ResponderEliminarBesos
Qué pregunta, Conxita. Desde el amor también se puede crear grandes obras (según pienso), aunque es posible que no "apetezca" tanto emplear el tiempo delante de u papel en esas circunstancias.
EliminarBesos.
"luz en las tinieblas" has etiquetado y eso es para mi Tolstoi, una persona que dotó de luz las tinieblas de la explotación y la opresión del campesinado ruso y que oriento la protesta por caminos pacifistas en momento de auge de la violencia y del atentado.
ResponderEliminarLas mujeres aportan algo esencial y poco valorado siempre, "el trabajo de cuidados". Sin ellos no sería posible el bienestar y la sostenibilidad de la vida humana.
Un fuerte abrazo.
Estoy muy de acuerdo contigo, Laura, el el "trabajo de cuidados" o "trabajo de amar" que aportan las mujeres en tantas situaciones.
EliminarAbrazos.
Para mi, Guerra y Paz es uno de los mejores libros que existen, no me quiero imaginar a Sofia haciendo copias a mano de tan larga obra. Feliz semana Ignacio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues así fue, Conchi. Parece que hizo 6 ó 7 copias de "Guerra y paz". Y, efectivamente, es una gran obra (no solo por su volumen).
EliminarAbrazos.