No resulta fácil retomar la
literatura después de convivir unos días en la depurada prosa de Salter
(1925-2015) –Todo lo que hay o La última noche, es un decir–. Ahí se
comprende que recursos narrativos como las analogías, oxímoron, elipsis o los
tiempos redoblan su potencial al ser utilizados en los momentos precisos, o
sea, en su manejo. Casi todo está inventado, pero el estilo deviene en
definitivo a la hora de narrar de modo diferente a la cotidianidad situaciones
de las que se espera provocar sacudidas en el alma de quien lee.
En este vacío puede echarse mano de la abundante producción de narración
gráfica actual. Y, aunque no se sea entendida/o (como es mi caso), sorprende
ver un lenguaje similar a la hora de trazar paisajes urbanos en obras tan
dispares como las de Doyagüe, Zapico o Canales. Me digo si será influencia de
Angulema. En la versión que hace el primero de los cuentos de Gogol La nariz y El retrato (cuyo trazo de los personajes no termino de asimilar);
en la sorprendente La balada del Norte
del segundo (con dos álbumes hasta la fecha, dignos de ser tenidos en cuenta);
y en Como viaja el agua del tercero
(obra que emula las series de novela negra y social) aparecen esos edificios de
las calles céntricas decimonónicas de San Petesburgo, Oviedo o Madrid,
reconocibles en su trazo amable y señorial (evocador de París).
Para paliar esta mi
ignorancia interpretativa de los tebeos, de vez en cuando echo mano de algún
texto heurístico y, en esta ocasión, llama poderosamente mi atención la reciente
obra de Enrique Bordes Cómic,
arquitectura narrativa (2017), la cual se centra en los decorados de estas
obras, dejando a un lado la estructura del cómic en sí. En su defensa, quede la
cita de R. Töpffer (1799-1846), considerado el padre moderno del género, la
cual refiere que «la historia dibujada, que los críticos miran con desdén y los
académicos apenas perciben, ha tenido gran influencia en todos los tiempos,
quizá más que la literatura escrita». Hoy ya no puede decirse lo mismo, según
podemos ver en las ilustraciones de esta entrada, que provienen de Unflattening (2015), de Nick Sousanis,
una tesis doctoral presentada en formato ilustrado en la Universidad de
Harvard.
[Salud. A la espera de que
renueven sus «historietas» quienes gobiernan la res publica].
Genial entrada.
ResponderEliminarSaludos.
De nada, Anónimo.
EliminarSaludos.
Hola Ignacio,
ResponderEliminar!Qué interesante tu visión tan aguda y tus observaciones!
En un mundo en el que las imágenes cobran un gran protagonismo y en el que aun no estamos tan familiarizados con los misterios y profundos entresijos de la relación entre imágenes y letras, es decir, de la literatura gráfica, se agradece mucho una visión tan valiosa e ilustrativa como introducción al tema.
Un abrazo, Elena
Gracias, Elena. Son modos de contar no tan lineales como la palabra sola.
EliminarAbrazos.
Cierto que en el mundo actual las imágenes son las protagonistas como decía Elena y parecen muy interesantes las propuestas que nos traes.
ResponderEliminarSaludos
Es una invasión muy "cómoda" la de las imágenes. Se dice que vale más una imagen que mil palabras, pero también hay que pensar en que no hay nada más engañoso que una imagen.
EliminarSaludos.