mis admiradores creen que me he curado,
pero no, solo me he hecho poeta
(Anne
Sexton)
¿Rozaban la locura Mishima o
Pizarnick, al menos en algunos momentos? Sin duda que las relaciones entre
demencia y literatura son variadas y cada caso puede diagnosticarse de manera
propia en la multiplicidad de artistas que no escapan a los delirios. Por mi
parte, me marean los ensayos dedicados
al tema, pues suelo estar de acuerdo con todas las explicaciones que se dan,
aun cuando resulten contradictorias. Es como si quedara atrapado en las
palabras mismas, más allá del significado que les dan. Cómo no estar de acuerdo
con Séneca cuando afirma que nullum
magnum ingenium sine mixtura dementiae –‘no hay gran fuerza imaginativa sin
mezcla de locura’– (asentado en el Problema XXX de Aristóteles, que reconoce un
talante melancólico común, lo que alivia
a Cicerón y ya «no me mortifica el hecho de ser algo lento de comprensión»).
Con suerte, se puede hojear
en las bibliotecas la revista malagueña Litoral
–incluso presumir de chifladura al comprar alguno de sus monográficos y
despreciar la amortización de la hipoteca–. El del presente verano, el 263 –no
en vano es una de nuestras revistas más longevas, iniciada en 1926–, se dedica
a «La Locura. Arte & Creación», y despliega su acostumbrado tesoro de
textos e ilustraciones en una mezcla tan atractiva y sugerente que te absorve
durante sus 282 páginas. Incluye reflexiones sobre la enajenación, de
Hipócrates a Lacan; relatos sobre manicomios –institución que traen los tiempos
modernos del XVII; Gorj escribe: «¡Corría como un loco! Detrás de sí dejaba
diez años de manicomio…»–, desde Chejov (ese delicioso Pabellón n.º 6) hasta Begoña Callejón; remedios para la amencia, de
Hildegarda.
…para qué continuar. Decir
que no falta un extravío de la razón ni esta alteridad ni aquella tempestad de
las almas ni el canto del loco ni (claro) el elogio de la locura ni (pues que
también habla la pintura) soñadores de la razón perdida art brut ni (cómo a alguien se le podía pasar por la cabeza) locura
de amor ni (para cualquier final) el suicidio ni la muerte y yo (es decir, tú)
ni un catálogo de (locos) objetos ni (quedarnos) escuchando la locura.
[Salud. A la espera de que la Vida saque del parvulario a quienes gobiernas la res publica].
[Ilustraciones: Andrea Kowch
y My heart de Yayoy Kusama].
¡Vaya ilustración! ¿Una naturaleza "muerta"?
ResponderEliminarCoincido contigo en lo de "Litoral". Suelo ojearla y, a veces, comprarla.
Saludos.
Ya ves, los cuadros de Andrea Kowch tienen ese aire inconfundible.
ResponderEliminarSaludos.
Interesantes debates se han hecho en torno a la locura y la literatura, hay ejemplos para todo pero supongo que si se da una sensibilidad para mirar la vida de forma distinta.
ResponderEliminarSaludos
Seguramente, Conxita. Además, muchas veces decimos que estamos locas/os ante situaciones que nos resultan estrambóticas o violentas, cuando la gente normal somos bastante más inhumanas/os que a quienes les atribuimos locura.
EliminarSaludos.
¿y qué mejor manera de canalizar la locura que a través del arte?
ResponderEliminarYo temo la locura, no encuentro nada positivo que me atraiga y provoca mucho sufrimiento, incluso cuando se traduce en arte.
Veo repleto el parvulario... un abrazo.
Una mirada atenta y sobrecogida la tuya, Laura.
EliminarDel parvulario... no nos quedan demasiadas esperanzas en que se vacíe.
Abrazos.