«Hace unos años, cuando
terminé de leer Resurrección, de
Tolstoi, escribí llorando en una solapa del libro: “la vida es en sí misma una
tragedia”. Pero en realidad no es así, la vida no es una tragedia, es una
lucha. ¿Para qué sirve la vida?, la respuesta de Romain Rolland es “para
conquistarla”. Creo que es cierto». Así inicia el prólogo a su novela, en parte
autobiográfica, Familia, el escritor
chino Ba Jin (1904-2005).
¿Acaso es parte de esta
lucha el (intentar) fabricar una bomba atómica por ser patriota? National
Geographic ‒presente desde 1888‒ está impulsando la colección Ciencia, en la
que se ocupa de cuidadas ediciones sobre personalidades de los campos de la física
o matemática influyentes en la sociedad. Por mi parte, su lectura cumple dos de
mis aficiones: las biografías y las ciencias aplicadas (aunque reconozco que no
me entero de todo lo que cuentan). En este caso, he optado por ocuparme con
Werner Heisenberg (1901-1976), uno de los físicos que en 1925 puso cierta
claridad a las investigaciones cuánticas llevadas hasta ese momento y que, dos
años más tarde, propone la formulación por la que pasa a la posteridad: el
principio de incertidumbre (que tal vez sería indeterminación).
También es conocido por no
querer abandonar Alemania durante la subida del nazismo y, a la postre, por
incorporarse al proyecto de fabricar la bomba atómica durante la segunda guerra
mundial. El libro que comentamos no simplifica el asunto y nos pone sobre otras
pistas, en las que se ve que desde posiciones antinazis en la manera de
considerar la ciencia, se puede dar un paso tan grave como el mencionado por
dejarse involucrar en el patriotismo.
La obra de teatro Copenhague (1998), de Michael Frayn (1933),
presenta redivivo a Heisenberg y a Niels Bohr (1885-1962, que trabajaría en el
proyecto estadounidense) y su esposa Margrethe, con la pretensión de adivinar
lo que ocurrió en el conocido paseo que dieron los dos premios nobeles en 1941 en la capital danesa (entonces ocupada), cuyo
contenido permanece en la penumbra o la ambigüedad.
[Salud. A la espera de que
la Vida reparta más ciencia y menos patriotismo a quienes gobiernan la res publica].
Interesante Ignacio,veo que lo de ser patriota e involucrarse en exceso en eso llamado patria puede tener consecuencias muy graves, estaría bien preocuparnos más por las personas y menos por las fronteras.
ResponderEliminarMe gusta tu despedida que comparto, más ciencia y menos patriotismo para jugar al despiste.
Un abrazo
Gracias, Conxita. Creo que sería un camino beneficioso para las sociedades lo de más ciencia y menos patriotismo, aunque el asunto no pinta demasiado esperanzador.
EliminarAbrazos.
El nazismo demostró que se puede ser culto y admirador de la belleza y asesino (o colaborador de asesinos). No hay más que ver el papel de miles de médicos seleccionando y haciendo experimentos en los campos de concentración. Y es que el patriotismo idiotiza y fanatiza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya lo creo, Laura. La vida de este hombre parece que se desenvuelve desde convicciones firmes, que las circunstancias llevan a la destrucción.
EliminarAbrazos.
Las biografías dedicadas a personas que viven su vida inmersas en la ciencia, no dejan de ser valiosas. El entorno, lógicamente, puede condicionarlas has puntos extremos.
ResponderEliminarSaludos.