Charlamos algo acaloradamente. Nos desorienta la diversidad
de planteamientos que hay en las personas. Dicen que existe una zona en el
cerebro en la que se asientan las creencias. Tenemos ya un trío que suele
acompañar a toda realidad: cerebro, creencias, planteamientos. Y llegamos a
este punto después de haber comenzado a hablar de pájaros, de pájaros azules.
La Bibliotecaria está narrándome –¡una vez más!– El pájaro azul, uno de los cuentos de
Rubén Darío que más le entusiasma; aquel Garcín bohemio con la pequeña ave en
el cerebro que un día echó a volar… Yo le hablo de una revista mensual
ilustrada que se editaba en Vitoria entre 1928 y 1931, también llamada El pájaro azul. Pero el acaloramiento
nos llega al comentar el libro de David W. Frasure, Pájaros azules, una obra que se publica en inglés –Bluebirds– en 1978 y se traduce al
español en 1993, conociendo desde entonces numerosas reimpresiones.
¡Y es que habla de la reencarnación! De ahí nuestro tono de
voz algo alterado. «Llegamos a la vida en el cuerpo que hemos elegido, en el
ambiente que deseamos, sin que podamos juzgar al resto de personas. Solo con el
objetivo de ser conscientes de nuestros errores, de vencer nuestra tendencia al
mal y de comprender todo desde el amor». «¿Pero es que hay que cerrar los ojos
ante las injusticias? ¿No somos sociedad?». «Si deseas algo profundamente, si
lo invocas con la mente y el corazón, sucederá». «¿Pero cómo podemos dejarnos
embaucar por mesías que repiten una y otra vez lo que ya sabemos y viven de
maravilla a nuestra costa?».
Amy extendía los brazos mientras movía ligeramente los
labios y entrecerraba los ojos. Instantes después, una bandada de pájaros azules
vino a posarse en ellos y las mariposas revoloteaban alrededor de su cabello.
[El cuadro El pájaro azul es de Eduardo G. Grossi].