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miércoles, 19 de junio de 2013

Pájaros azules (reencarnación)

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Charlamos algo acaloradamente. Nos desorienta la diversidad de planteamientos que hay en las personas. Dicen que existe una zona en el cerebro en la que se asientan las creencias. Tenemos ya un trío que suele acompañar a toda realidad: cerebro, creencias, planteamientos. Y llegamos a este punto después de haber comenzado a hablar de pájaros, de pájaros azules.

La Bibliotecaria está narrándome –¡una vez más!– El pájaro azul, uno de los cuentos de Rubén Darío que más le entusiasma; aquel Garcín bohemio con la pequeña ave en el cerebro que un día echó a volar… Yo le hablo de una revista mensual ilustrada que se editaba en Vitoria entre 1928 y 1931, también llamada El pájaro azul. Pero el acaloramiento nos llega al comentar el libro de David W. Frasure, Pájaros azules, una obra que se publica en inglés –Bluebirds– en 1978 y se traduce al español en 1993, conociendo desde entonces numerosas reimpresiones.

¡Y es que habla de la reencarnación! De ahí nuestro tono de voz algo alterado. «Llegamos a la vida en el cuerpo que hemos elegido, en el ambiente que deseamos, sin que podamos juzgar al resto de personas. Solo con el objetivo de ser conscientes de nuestros errores, de vencer nuestra tendencia al mal y de comprender todo desde el amor». «¿Pero es que hay que cerrar los ojos ante las injusticias? ¿No somos sociedad?». «Si deseas algo profundamente, si lo invocas con la mente y el corazón, sucederá». «¿Pero cómo podemos dejarnos embaucar por mesías que repiten una y otra vez lo que ya sabemos y viven de maravilla a nuestra costa?».
Amy extendía los brazos mientras movía ligeramente los labios y entrecerraba los ojos. Instantes después, una bandada de pájaros azules vino a posarse en ellos y las mariposas revoloteaban alrededor de su cabello.

[El cuadro El pájaro azul es de Eduardo G. Grossi].

lunes, 29 de agosto de 2011

Poesía de agosto (y fin, por ahora)

7 comentarios
Llegamos a final de mes no habiendo mermado nuestros caudales poéticos, pues se acrecientan día a día con hallazgos nuevos. Pero sí finalizamos este ciclo de poesía inteligible que nos habíamos propuesto en agosto. Y lo hacemos con un poeta azul, que llenó el modernismo con sus versos, y que pasa por ser algo almibarado. De ahí que hayamos elegido un poema suyo que nos pueda sorprender por su temática. Bueno, ya sabemos que está muy difundido, es decir, que no descubrimos nada. Ahí va Rubén Darío (1865-1926).

Lo fatal

DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!

¿No está mal para comenzar septiembre con algo de ejercicio mental, no?