Lo fatal
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!
ni de dónde venimos...!
¿No está mal para comenzar septiembre con algo de ejercicio mental, no?
Algo me dice que ese fin por ahora quiere decir que también se nos acaban las vacaciones buaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarMe gusta Rubén Darío.
ResponderEliminarGracias a Dios llega Septiembre.
Un beso.
"Dolor de ser vivo... y el espanto seguro de estar mañana muerto". No levanta mucho el ánimo que digamos. Pero sí es verdad que es lo que hay.
ResponderEliminarVaya, Ayla, ¡a ver si eres profeta!
ResponderEliminarEn fin, pronto volveremos a casa.
Entonces, estás de enhorabuena, Elena. Rubén y septiembre unidos.
ResponderEliminarUn beso.
Ya, ebge, eso es lo que hay. Sin que sepamos qué es la muerte (y casi nada de la vida).
ResponderEliminarSiempre me gustó este poema de Rubén Darío. Siempre me gustaron los árboles, aunque sean apenas sensitivos. Se me antojan silentes testigos de los tres tiempos: pasado, presente y futuro. Tan evocadores, que en ocasiones, cuando voy a la tierra de mis mayores, aún me parece escuchar entre el aire que mueve las hojas, los ecos pasados de las voces y de los pasos de mis seres queridos.
ResponderEliminarSaludos.