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viernes, 7 de marzo de 2014

Belleza

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El jueves salí a hacer unos recados al centro. Me pasé por el puente a tantear el ritmo de la mañana en esas oleadas de gente que lo cruzan al ritmo de los semáforos de las calles paralelas al río. Van y vienen se encuentran se enfrentan se acoplan se dan la espalda se despeja. Las aguas vuelven al cauce, perdiendo la belleza de la desmesura, del abrazo más allá de los límites. Con la vista fijada en un punto de la corriente, puedes navegar hasta las tierras de Oporto.
No sé qué hora sería cuando entré en la cafetería en la que suelo conversar con una de las camareras. Puede ser que sea ella la que lee una línea o unos versos del libro que lleva entre manos o puede ser que lo haga yo. El jueves, aprovechando que estaba poniendo un poco de nata en mi ración de bizcocho, solté: «En la mujer, la belleza crea una distancia desde la que puede juzgar y escoger». Eso lo ha escrito una mujer, dice. Sí, claro, es de Hannah Arendt en la biografía que hace de Rahel Varnagen, vida de una mujer judía (2010 en español, aunque escrita hacia 1933).
Qué se puede decir de ambas que no leamos en el texto, así en este párrafo de los diarios de Rahel (1771-1833): «No tengo ni pizca de gracia. Ni siquiera la que me permitiría comprender la causa y, además de no ser guapa, no tengo nada de gracia interior […] Soy más vulgar que fea […] A veces hay personas que no tienen ni un rasgo agraciado, ni proporciones corporales dignas de elogio, y que sin embargo hacen una buena impresión; en mi caso es todo lo contrario». Para añadir más adelante: «Hace mucho tiempo que lo pienso». Sin embargo, llega a ser una de las mujeres importantes en la Alemania de su tiempo, pasando por su buhardilla berlinesa escritores y artistas, debido a su forma de recibir la vida «como una tormenta y sin paraguas», dejando que lloviera sobre ella, con inteligencia, atención y apasionamiento.
Es hora de marcharse. ¿Y los recados?

martes, 16 de octubre de 2012

Meditaciones

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Pasadas dos semanas de congresos bibliotecarios (uno de universidades y otro de bibliotecas públicas), hacemos un alto en el camino al resguardo del ventillo otoñal en la arboleda de la ribera del río. Si se dispone (como es nuestro caso) de alguno de los cuidados volúmenes que sacó a la luz hace dos décadas Ediciones Temas de Hoy, en su colección Clásicos, pues el asunto va viento en popa.

Así que nos sentamos (frente a la corriente), la espalda apoyada en un abedul, con las Meditaciones de Marco Aurelio en las manos -"de mis próximos recibí o aprendí estas cosas"- y abrimos al azar:

"Hay muchos granos de incienso en el mismo altar. Uno se consumió primero, otro después: carece de importancia".

"No andes perdido. Ante los impulsos sé justo y ante cualquier imaginación mantén tu capacidad de comprender".

"Extranjero en el mundo es tanto quien no conoce lo que hay en él como quien no conoce lo que pasa. Fugitivo el que huye de la ley de la ciudad; ciego el que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; mendigo el que necesita del otro y no se basta a sí mismo".

"Abandónate gustoso a Cloto, la Parca que urde el destino. Déjala que teja tu vida como ella quiera".

Dichosos días otoñales.

[Hoy nos quedamos con Murillo].