jueves, 12 de noviembre de 2009

Los premios literarios en la niñez, ¿aconsejables?

Las historias que nos cuentan (o que contamos), cuando van salpicadas de rasgos autobiográficos ganan mucho en interés y, ya a las primeras palabras, cautivan nuestra atención. Internet tiene la particularidad de permitirnos acceder a muchas de estas narraciones, dotadas en algunos casos, por demás, de notable calidad literaria.

Uno de estos relatos lo hallamos en el sitio de Leopoldo Perdomo y lleva por título El niño pobre. Háblase en él de un pequeño Demóstenes al que su tío quincallero le transmite el don natural de la palabra que dicho vendedor ambulante poseía. [Como puede apreciarse, los ingredientes del inicio de la historia prometen.] Este don, por contra, convertirá al pequeño en un incansable contador de historias, bastante pesado, del que huye la gente que vive a su alrededor. En su aislamiento se da a la escritura, vicio solitario censurable. Pero hete aquí que un maestro furibundo, en un ataque de autoridad, le arreó un bofetón y, con ello, le confirió el prestigio que lo salvaría de su aislamiento.

No siempre, pues, los premios literarios son nefastos, pues te pueden convertir en un palabrero/a con estima.

6 comentarios:

  1. Hombre pues claro!!! no es que sean nefastos, es que muchas veces conceden carta de naturaleza a auténticas castañas... pero por uno que lo reciba merecidamente ya habrá valido la pena, digo.
    Y en el caso de un niño, no se, lo que uno de pequeño recibe es una muestra de lo que puede más tarde llegar a dar, seguro que bien encauzado por unos padres no amantes del dinero y del lujo, no movidos por la avaricia... qué digo, ni de co.... mejor que no se los den, pobrecillos, víctimas seguras de la explotación infantil. :)

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  2. La historia es muy bonita, gracias Lavela, ahora el premio...
    Premios de esos repartiría yo en la sala infantil sobre las 7 de la tarde por doquier. Pim pam, pim pam, pim pam.
    Igual yo si que me he ganado un premio por cruel, no?

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  3. Lo que habría que hacer es que los jurados fueran niños: serían siempre más justos.

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  4. Bueno, Ayla, serías una integrante muy estimada en los jurados. Seguro que repartirías de forma muy justa los pescozones.

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  5. No te quepa duda Lavela, y en caso de duda uno para cada uno, que lo bien repartido bien sabe.

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  6. ahhhh! bueno collejas, esas hay que repartirlas a diestro y siniestro, jijiiji

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