Anna Ajmátova (1889-1966), poetisa de origen tártaro –familia Ajmat–, nacida cerca de Odesa, se educó en Kiev y en San Petesburgo, donde se asentó. Allí casó, tuvo un hijo y, en 1912, publicó su primer libro de poemas: La noche. Bien situada, la revolución de 1917 supuso para ella (y sus seres queridos) un calvario hasta el día de la muerte. Se dice que Anna enloqueció de tanto peregrinar a la puerta de cárceles, mientras anhelaba la libertad de quienes amaba. Lev, su primer hijo, fue deportado a Siberia con apenas doce años, una vez que su padre fuera fusilado.
Escasos fueron de ahí en adelante los momentos dulces que conoció. Entre ellos se cuenta el encuentro con Isaiah Berlin en 1945; encuentro que duró veinte horas (dando lugar –como dice Anna Caballé– a uno de los amores más fugaces de la historia de la literatura) y que le dejó perenne huella.
Réquiem es el poemario más emblemático de Ajmátova. Compuesto en los últimos veintiún años de vida, corría el peligro de quedar olvidado, ya que estaba prohibida su poesía. Era comprensible, por otro lado, que no quisiera guardar manuscritos que pudieran ser hallados en un registro policial, comprometiendo así a su hijo encarcelado. Por ello, eligió a once personas que memorizaran los versos. Las once lo hicieron y, después, recordaron los mismos. Hoy nos estremecen.
Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero,
ni amparo procuré bajo alas extrañas.
Junto a mi pueblo permanecí estos años
donde la gente padeció su desdicha.
[…]
Cayó la palabra de piedra
sobre mi pecho aún con vida.
No es nada, siempre supe que sería así.
Seguro que el gesto de preservar el poemario nos suena.
[Es cuadro es un retrato de Modigliani.]
Qué vida más difícil! Qué poemas más duros!, en la tristeza se encuentra fuerza para lo hermoso.
ResponderEliminarBuenos días, Burgostecarios:
ResponderEliminarMaría Teresa León, -que como sabéis vivió en Burgos durante unos años-, tradujo y estudió su poesía.
Hay que leer sus poemas, una y otra vez -y conocer los datos auténticos que estén perfectamente documentados-, para valorarlos en toda su dimensión.
"Hay en la intimidad un límite sagrado..."
Entonces, en sus versos, verdaderos siempre, descubriremos por nosotros mismos su vida real.
Saludos. Gelu
P.D.: Maravilloso retrato por Modigliani.
¡Vaya que sí, Penélope!
ResponderEliminarEs fácil que tantas horas siendo una mujer que espera en delante de la cárcel, convencieran a Ana Ajmátova de que ella podía escribir lo que allí ocurría.
Vaya vida más dura, y buena idea esa de mandar a varias personas que recuerden los versos para que no se olviden porque no podía publicarlo
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