El pasado jueves, día 18, las bibliotecas municipales de Burgos celebraron una Nochada Intensiva con el fin de hallar algún método adecuado de extensión bibliotecaria, a la que fueron invitadas/os algunas/os reputadas/os colegas. Y a fe que lo lograron. Las impresionantes instalaciones utilizadas para el evento dan muestra del buen hacer de estas gentes. Se trataba de ahondar en formas lectoras arriesgadas, modernas, pero sin dejar de lado las tradicionales. A la entrada del recinto, quienes participaron podían departir tranquilamente o bien apuntarse a la Comisión de Sustento, que llevaba trabajando hacía ya tiempo ocupándose en la elaboración de documentos y expedientes, los cuales se repartieron en los puestos asignados a la asistencia.
Cambiadas las primeras impresiones, se pasó a tomar asiento. El material distribuido fue estudiado con escrupulosidad y, una vez asimilados los primeros dictámenes, se pasó a debatir hasta tocar fondo. Fue la parte más sólida. ¿Las aportaciones?, sabrosas. Qué decir de ello para que podamos hacer justicia a los encendidos argumentos con los que constantemente se cruzaba de lado a lado de las mesas. Nada sobraba. Cada gesto, cada indicación tenía su objetivo. Todo se pulía. Huelga decir que las conclusiones a las que se llegaron fueron enjundiosas. Algunas de ellas –por pintorescas– no nos resistimos a transcribirlas («Para ir a Nueva York no hace falta saber inglés», «Está de rechupete, me apunto a esa esquinita», «¡Como pille al del pimentón!», etc.); según puede colegirse, hubieran merecido una mayor profundización pero el tiempo era limitado y había que acabar con el total del temario propuesto. A cada tema, pues, le llegó su hora. En este punto, se escuchó el esperado discurso de fin de la sesión teórica, el cual emocionó por su clarividencia, arrancando los aplausos de las delegaciones, y siendo enriquecido puntualmente por la oportuna explicación (muy plástica) de algún asistente.
Restaba la parte más práctica (y, al tiempo, la más complicada), la culminación de esta Nochada. En vez de comisiones, se decidió que el trabajo fuera por parejas. Y aquí apareció la sagacidad y pertinencia de las propuestas. Sin renunciar a la tecnología, alternando programas de base líquida con amplificadores, se potenció lo tradicional: la voz. Pero qué digo voz, eran trinos cautivadores, sueños de la mejor literatura. Allí se musicaron los versos de Homero, las aventuras de Tintín, los cuentos del Decamerón, La vida es sueño, los espacios siderales, El arte de amargarse la vida, los cuentos de Grimm, El hereje, las dudas cartesianas, La puerta y un poblado etcétera. Al frente, destacaba la capacidad anfitriona de Iván, Pilar –¡qué vida!–, Fede –sobrao–, Sara –nada decae–, los Ignacios –Inigualables, sobre todo José–, Ana –¡tanto entusiamo!–, Juan Carlos –¡qué valor!–, Florinda –¿alguien da más?–, Javi –barriendo–, Celia –arte en movimiento–, Kike –atento–, Carolina –la sensibilidad–, Fernando –quien sabe, sabe–, Almudena –dominio de los nervios–. Trovadoras/es (no olvidemos que trovar es "encontrar") que han hallado lo nuevo en lo viejo.
Alrededor del tablado se alzaban los brazos en señal de adhesión o réplica (aunque, en todo caso, de admiración) de las intervenciones. Había quien llegaba con destacada participación en la comisión inicial: María, Toñi, Pilar. Teresa volvía con su sonrisa. El trabajo había sido intenso y hubo quienes lo acusaron pronto, teniendo que abandonar el recinto, con la consiguiente pena (y alguna lagrimilla) propia y ajena: Almudena, Sara, Josu, Sandra, Ricardo, Arantxa, Lola, Marian, Santi. En el recuerdo… las/os ausentes.
Magistral manera de narrar la noche.
ResponderEliminarComo lo pasamos, yo diría que más que trinos hubo chirrios, pero estuvo muy bien y que forma de narrar, me quedo boba, en fin envidia sana.
ResponderEliminarAh, qué envidia.
ResponderEliminar¡Excelente crónica! ¿A qué conclusión llegó la comisión bibliotecaria? Por supuesto, al enorme cariño que nos tenemos todos los compañeros.
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