miércoles, 15 de diciembre de 2010

Prostitución (II)

»Marina y la Bibliotecaria caminaron por el puente romano y se acodaron en un entrante del pretil, sobre el tajamar central. Ésta no dejaba de moverse: “¿Acaso, al pagar unos euros por estos versos, nos diferenciamos en algo de los hombres que compraban los servicios de aquellas mujeres?”. Marina trató de calmarla:

―Ya ves que habla en la introducción de que en China se compuso poesía algunos siglos antes que en Grecia. (¡Hasta constituyó, a lo largo del tiempo, la prueba central para hacerse funcionario!). El número de poetisas supera allí las diez mil y, entre ellas, las prostitutas conocidas pasan de doscientas. ¡No es para ponerse así ahora! Además, algunas se casaban con gente poderosa o con poetas de su tiempo.

Pero era inútil el consuelo. La cabeza de la Bibliotecaria ardía y las palabras le caían incendiadas hacia el pecho, el vientre, los muslos… –quebrado el pecíolo de la razón– al igual que desciende una irregular procesión de bacantes con su evohé camino del fondo de la gruta.
Primera respuesta a Lin

Flores del peral, en soledad, igual que la luna.
La Vía Láctea baja a lanzar su luz
a la ventana de seda bordada.
Noche larga, larguísima.
La paso, como siempre,
encendiendo inciensos perfumandos,
aunque nunca pido nada al azul del cielo.
(Zhang Hongqiao, siglo XVI, concubina del poeta Lin)
[Concluirá]

4 comentarios:

  1. Qué curioso esto de las poetisas prostitutas, no me imagino yo mucho glamur poético en La Casa de Campo.
    Aunque nunca se sabe lo que cada uno esconde tras la fachada.

    Un saludo.

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  2. Bueno, eran chicas entrenadas para ello. Hoy también las hay (para gente de cierto nivel [económico] en negocios, política, deporte).

    Un saludo.

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  3. Me recuerda al libro Memorias de una Geisha, que me encantó.

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