«Se empeñan en que nos enteremos, queramos o no, de esto del Papa», me suelta la Bibliotecaria nada más aparecer yo por allí, al tiempo que muestra su desconcierto ante la expectativa que levanta una reunión de señores de cierta edad, sin que se halle allí ninguna mujer. Ella habla a veces con el Deme, un cura casado del barrio que pasa algunos días por la Biblioteca, dejando allí revistas y libros que tienen relación con movimientos por el celibato dentro de la Iglesia. Incluso –según me cuenta la Bibliotecaria– da misa a un grupo de homosexuales de la ciudad, «fuera de la parroquia, claro». Ayer mismo dejó allí la revista Tiempo de hablar y el libro Curas casados. Historias de fe y ternura.
«¡Que casualidad de asunto! –le digo– dentro de los últimos placeres literarios a los que he tenido acceso últimamente se encuentra el libro de Adolphe (o Adolfo) Retté, Del diablo a Dios». En el momento de su publicación, en 1907 (traducido por el presbítero Ramón Picabea y publicado en Irún en 1908), se convierte en una obra de amplia difusión, gracias a que el autor había sido en los años anteriores un contumaz publicista anticatólico, escribiendo numerosos artículos en periódicos anticlericales franceses. Y cultivaba relaciones como la de Clemenceau, político que influye en la laicización de las instituciones oficiales de Francia, iniciada con decisión a partir de 1898, lo que hacía que la Iglesia lanzase al estrado toda su batería de armas defensivas y ofensivas, entre las que se encontraba la de las conversiones.
Retté (1863-1930), persona culta, es conocedor de la literatura mística española, por lo que plantea el libro como una senda de iniciación hasta llegar a la iluminación final. Todo con prosa ágil, encadenada, rica.
Se ponga como se ponga la Bibliotecaria, dentro de pocos días, Habebunt Papam (sin la participación de las mujeres).
Retté es un buen elemento y excelente escritor.
ResponderEliminarSalud.
Ya lo creo, anónimo. A cien años vista se pierde el fuego cercano, pero nos queda el resplandor.
ResponderEliminarSalud.
Me parece que la Iglesia Anglicana tiene sacerdotes de ambos sexos. En cambio las Iglesias Ortodoxas deben de estar todavía lejos de querer admitirlo.
ResponderEliminarLa Iglesia Católica tiene una tradición de decisiones a sus espaldas de siglos. Y a cada decisión le asignan una categoría tal que casi es dogma. Parece tan difícil cambiar las cosas en la Iglesia Católica.