A lo largo de días y semanas uno se devana inútilmente los sesos, no sabría −si se le preguntara por ello− si se sigue escribiendo por costumbre, o por afán de prestigio, o porque no se ha aprendido otra cosa, o por asombro ante la vida, por amor a la verdad, por desesperación o indignación, así como tampoco sería capaz de decir si mediante la escritura uno se vuelve más inteligente o más loco. Tal vez cada uno de nosotros pierda la perspectiva en la medida en que sigue construyendo su propia obra, y tal vez por este motivo tendemos a confundir la complejidad creciente de nuestras construcciones espirituales con un paso adelante en el conocimiento, mientras que, al mismo tiempo, ya intuimos que nunca vamos a poder comprender los imprevistos que ciertamente determinan nuestra carrera.
Así escribe W. G. Sebald (1944-2001),
en Los anillos de Saturno (traducción
corregida en 2008), autor del que si no hemos leído nada, no podemos aparecer
en los círculos culturales de nuestros días con cierta prestancia. A decir de
Susan Sontag iba para futuro Nobel, cuando la muerte se le cruzó en la
carretera. Alemán, nacido en plena guerra mundial, desarrolla su vida
profesional en Inglaterra (aunque escribe en su idioma natal).
Ciertamente la suya es una
escritura impactante. Que produce filias y fobias a quien recorre sus libros.
Para una gente es como leer el Espasa. Para otra, un bocado exquisito.
Seguramente es ambas cosas. Su virtualidad es convertir la enciclopedia en
novela, en vida. Y, una vez allí, en el terreno de la realidad-ficción, lograr
momentos de emoción como se encuentran en pocos de los libros que se escriben
con ese objetivo. Emoción alejada de sensiblería, claro. No vayamos a calificarlo de original, pus ya Horacio nos habla del Ut pictura poesis, y Charlotte Brontë practica (entre muchos/as) la pintura de palabras, describiendo largamente cual si pintara con detalle un paisaje o actividad, simulando luces y sombras. Páginas o líneas por
las que suspiras al elegir cualquier lectura.
Letras, imágenes, idiomas… Todo
en uno.
Esa mirada... ¿vislumbra un mundo propio?
ResponderEliminarSin duda, me parece a mí. Solo hay que dejarse llevar en sus páginas.
EliminarCuando un autor despierta filias y fobias, es porque dice algo nuevo digno de ser leído. Y el hecho de que escriba en su lengua natal lo confirma... Tiene algo auténtico.
ResponderEliminarUn beso
Me cae bien: al menos era un hombre humilde.
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