Cada vez que paso ante el
anaquel del rincón siento un pequeño escalofrío, producido por las voces
recortadas que salen de los libros a la espera. Allí, el montón algo
desordenado se me figura los escombros de un bombardeo, aquel sucedido en
Berlín en 1945, bajo los que estuvo enterrada (junto a un perro) durante tres
días Inge Müller, algo de lo que sus poesías no pudieron desprenderse (Dormí bajo el ladrido de las cañerías de
hierro / ya agarrada por la mano de la tierra […] y desperté cuando en algún
lugar del corazón de los / continentes / empezó a subir humo desde el mar
abierto). Aquí la tengo, en el libro de ensayos En la trampa de Herta Müller, ansiando mi mano amiga.
Menos mal que goza de la
compañía de Iván Illich, con La sociedad
desescolarizada, en una versión que me regalaron en verano. Y de Amos y
Fania Oz. Y… y… Yo distraigo al entendimiento, me tapo los ojos y consuelo la
las manos con versos de Piedad Bonnett en Las
herencias (2008):
Nostalgia de lo imposible
Desde
la estantería
los libros
no leídos me miran con la misma
herida indiferencia de una
novia agraviada.
Hoy,
como tantas otras veces,
su silencioso estar ahí
su silencioso estar ahí
- en
mi tarde
que rumia perezosa los instantes –
que rumia perezosa los instantes –
chirría como una puerta de
goznes oxidados
que el viento lleva y trae, y que me impide
concentrarme en las líneas del poema.
que el viento lleva y trae, y que me impide
concentrarme en las líneas del poema.
El pajarraco del desasosiego
vuela estrellándose en las paredes.
vuela estrellándose en las paredes.
Los
libros no leídos me contemplan
con una obstinación orgullosa y distante.
Y logran inquietarme,
porque me hacen pensar en esas calles
con una obstinación orgullosa y distante.
Y logran inquietarme,
porque me hacen pensar en esas calles
-
que jamás transité-
en donde lo esperado me
esperaba.
(Y dice Inge: No me llevarás, muerte, pesaré mucho / hasta que lleguen y excaven / hasta que den conmigo / tú te irás de vacío).
Excelente poemas. Interesante la historia de Inge Müller, aterradora, en realidad. Amos Os me fascina.
ResponderEliminarBesos
Es recomendable, Celia, ciertamente, Oz. Y lo de Inge no deja de ser algo escalofriante.
ResponderEliminarAbrazos.
Obstinados,orgullosos, distantes, nos contemplan con un guiño de complicidad persuasiva.
ResponderEliminarTienes su familiaridad, Paco, una vez que cruzan nuestra puerta.
EliminarSaludos.
Hola Ignacio: pasaré por la biblioteca, para ver si encuentro algo de lo recomendado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero, Conchi, que encuentres algo y que te complazca.
EliminarAbrazos.
Durísima historia la de Inge Müller.
ResponderEliminarMe ha gustado ese poema y esa imagen de esos libros agraviados por la falta de lectura, porque es cierto que un libro está para leerse.
Un saludo
Ya lo creo, Conxita. ¡Qué distintas son unas vidas de otras, por las circunstancias generales!
EliminarSaludos
En esas pilas de libros por leer, puede que haya alguno que no se ajunte con su vecino. Y si no se les da cauce pronto terminarán a paginazos entre sí.
ResponderEliminarYa, mira, tal vez por eso, de ven en cuando se escucha un ruido, y es que alguno "se cae".
EliminarApuntaré con tinta indeleble a mis libros pendientes: En la trampa de Herta Müller. Gracias por el referencia.
ResponderEliminarGracias por haber enlazado mi blog al que te doy la bienvenida.
Saludos,
Muy bonito lo que dices. Nunca había pensado en la soledad de los libros no leídos. Pensándolo bien, tiene que ser muy triste que nadie te haya hojeado. Que nadie haya pasado la mano por el lomo de los libros. Que nadie hay olido su olor. Y que nadie haya invadido su interior. Casualmente voy a clase de literatura en le cole de adultos. Damos la clase en la biblioteca rodeados de libros. Lo mismo algún día salen de los estantes y se ponen a discutir con nosotros por no leerlos. Muy curioso. Me ha gustado leerlo. Triste historia la de Inge Mülle.
ResponderEliminarSaludos