martes, 8 de marzo de 2016

Silvia y Arantxa, casas en desahucios, adiáfora y sentimientos

A Arantxa, en su casa habitada
El jueves se me socarró el puchero de la cena. Entrevistaban a Silvia Pérez Cruz en ¡Atención, Obras! y no pude despegarme del asiento desde que Cayetana le preguntó «¿Qué nos haces [para transformarnos así]?» y ella dijo que no sabía bien, que eran cosas de la música, de la voz suspendida que sale de su cuerpo obrando el prodigio de no romperse en su transparencia. Trabajadora constante, reivindica el esfuerzo intelectual de su obra (en contra de pretendidas autorías masculinas en proyectos conjuntos), pues más bien sus acordes nacen de la fuerza creativa del sentimiento, al que Silvia se rinde poniendo diques al pretendido poder del intelecto para constituirse en guía de su vida. Con su último trabajo, Domus, desea salir de las butacas de foro y los acordes de escenario.
Menos mal que lo había dejado al 1; las algas ya estaban algo pegadas al fondo de la cazuela y el vapor se llevaba las últimas gotas de agua; con un poco de líquido pude arreglar la sopa. Al comerla, recordaba que también sentimientos, relaciones humanas y experiencia íntima son la urdimbre de la obra de Zygmunt Bauman, Ceguera moral. La pérdida de la sensibilidad en la modernidad líquida (2013, editada por Paidós en esa significativa colección Estado y Sociedad), en la que tumba el entramado intelectual del Poder y sus grandes mentiras, que tan fácilmente hacemos nuestras, hasta asumir la adiáfora: «el acto de situar ciertos actos o categorías de los seres humanos fuera del universo de evaluaciones y obligaciones morales».
La normalidad, trivialidad y aún banalidad de la existencia cotidiana (y no las guerras o situaciones de presión) es el caldo de cultivo de la ceguera moral ante el «sufrimiento de los demás, la incapacidad o el rechazo a comprenderlos y el eventual desplazamiento de la propia mirada ética». Pero no a toda la gente -sabemos- le sucede.
La cena me supo algo amarga. Menos mal que permanece Silvia con sus canciones, los zapatos junto a sus pies. Y Arantxa con sus tesoros.

11 comentarios:

  1. Y la comodidad, añadiría yo, también hace a la gente ciega.
    Besos

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    1. Ya lo creo, Celia, has dado en otra de las claves, la comodidad.

      Besos

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  2. Espero que te sentará bien la sopa, las algas son suaves y caen bien como también lo hacen los buenos sentimientos, sólo le pongo un pero que me golpea muchas veces, consecuencia de ese estado de tolerancia hemos pensado todos los que tienen y los que no que solo poseemos derechos,y el tema de las obligaciones para el vecino... También incluyo por supuesto las morales.

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  3. Espero que te sentará bien la sopa, las algas son suaves y caen bien como también lo hacen los buenos sentimientos, sólo le pongo un pero que me golpea muchas veces, consecuencia de ese estado de tolerancia hemos pensado todos los que tienen y los que no que solo poseemos derechos,y el tema de las obligaciones para el vecino... También incluyo por supuesto las morales.

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    1. Gracias, Amalia, las algas me sentaron bien.

      Sobre las obligaciones, reconozco la verdad de lo que dices: no hay derechos sin deberes (para quien presta y para quien solicita).

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  4. "La normalidad, trivialidad y aún banalidad de la existencia cotidiana (y no las guerras o situaciones de presión) es el caldo de cultivo de la ceguera moral" ante el sufrimiento.
    Hay juicios que funcionan como una apisonadora.

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  5. Hace mucho que conozco la música de Silvia Pérez Cruz, desde que estaba con su grupo Las migas.
    No me gusta especialmente porque me gusta poco el bolero, pero como persona es estupenda. Me gusta más cuando va hacia el jazz (con Javier Colina).

    Bauman realiza aportaciones fundamentales para entender la crisis actual, lo ando leyendo.

    Abrazos!!

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    1. La verdad es que Bauman es muy aprovechable.

      Abrazos, chica.

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  6. Preciosa música Ignacio y mejores palabras.
    Ese refugio en lo cotidiano para no mirar a nuestro alrededor, no darnos cuenta de lo que pasa, para disimular, para no ver el sufrimiento.
    ¿En qué nos convertimos por no ver?
    Un saludo y feliz fin de semana

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  7. Gracias, Conxita, igualmente.

    Es así, lo cotidiano nos absorbe. Aunque no creo que seamos muy diferentes de lo de antes.

    Saludos.

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