lunes, 1 de enero de 2018

Regalo de Navidad. Ninfas

«¿Se lo envuelvo para regalo?». «Sí, por favor», le digo a la dependienta de la librería. Por uno u otro conducto, suelen regalarme libros con cierta frecuencia, pero en fechas señaladas –verano, fin de año, etc.– me gusta obsequiarme con algún pequeño detalle, que a veces, como en esta ocasión, consiste en un libro de no demasiada extensión y de reducido formato que me llame la atención por algún detalle. Ayer fue Claudio Monteverdi. “Lamento de la Ninfa”, de Ramón Andrés. La cubierta reproduce Ninfa de espaldas de Mariano Salvador Maella (1739-1819), apunte que se halla en su cuaderno italiano; además, inserta el facsímil de la página del poema de Ottavio Rinunccini (1562-1621), que después músicara Monteverdi (1567-1643), personalidades ambas atractivas.
Con su lectura, con su visión, habito estos días, en los paseos junto al río, uno de esos mundos infinitos que existen en este mundo finito. Como le ocurriera a Rinunccini, sin apenas afinidad con ese ambiente «ocasional, de fasto, exterior, caprichoso» de los tiempos y fechas presentes. Es el pensador y poeta pamplonés Ramón Andrés (1955) quien guía mis pasos por los humedales donde se ocultan las etéreas ninfas, criaturas que gustan del movimiento, de la sugerencia y de la ocultación. Novias con velo. Que el barroco convierte en seres objeto de lascivia, de cupiditas. Y quien contextualiza el poema y la canción.
La ninfa del lamento vaga errante por el bosque, ‘pisando flores’ –calpestando fiori–, por si topara con el ingrato amado que la ha abandonado y se ha internado en la fronda. Ella busca –es decir, se interna en el bosque, según la acepción medieval del término–, sortea onagras y lentiscos, rodea fresnos y robles. Llora, riega la tierra, la cual devolverá los frutos del amor aunque las lágrimas sean derramadas por añoranza del traidor. Lleva en su interior a Circe. El amado está con otra («…nunca tan dulces besos / tendrá de aquella boca, / ni tan tiernos, ay, calla, / calla, que bien lo sabe». / Así, con llanto desdeñoso / derramaba su voz al cielo; / así en los amantes corazones / junta el amor el fuego con el hielo).

[Salud. A la espera de que la Vida conceda sensibilidad a quienes gobiernan la res publica. Las ilustraciones son la de Maella y La muerte de la ninfa de Piero di Cosimo].

5 comentarios:

  1. Con los libros, el autoregalo es lo más certero, pero siempre hay personas que aciertan en mis gustos (pocas, eso sí). Este obsequio que te has hecho parece, además de interesante, hermoso (al menos la portada lo es). Que lo disfrutes en casa o en tus paseos.

    Felices lecturas en el 2018 (y que las podamos compartir).

    Un fuerte abrazo, Ignacio.

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    1. Gracias, Laura. Y, es cierto, a veces, quienes nos regalan libros, abren perspectivas que no imaginábamos.

      (Por cierto, he leído que en 2017 se ha estancado el libro electrónico y ha aumentado en de papel).

      Igualmente espero compartir tus lecturas.

      Un fuerte abrazo de Ignacio

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  2. De vez en cuando también yo me auto-regalo ese libro que sé que nadie va a hacerlo, pues solo mi hija me pregunta que libro deseo para no errar, los demás me los regalan a su gusto, pero también caen muy buenos.
    Un abrazo de Espíritu Sin Nombre.

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    1. Suerte tienes, Conchi, de que tenga esa deferencia tu hija y de que te lleguen, por otros lados, libros sustanciosos.

      Un abrazo y venturosos días.

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  3. Qué maravilla el apunte de Maella.
    Los músicos como Monteverdi son vecinos de los poetas como este Rinunccini.

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