Apenas dispongo de tiempo
para iniciar el viaje al mundo de las artes y de las imágenes que nos propone
Marc Fumaroli (1932) en París – Nueva York
– París (2010), periplo que él realizó durante 18 meses, tomando notas, con
las que elabora este extenso volumen (de más de 900 páginas). A pesar de ello,
procuro leerlo con detenimiento, pues es una prosa inteligente, plena de
hipertextualidad, enriquecida con reflexiones. En el fondo plantea aquella
observación de Cioran en Ejercicios de
admiración: «Toda conquista objetiva supone un retroceso interior. Cuando
el hombre haya alcanzado el objetivo que se ha propuesto, someter a la
Creación, estará completamente vacío, dios y fantasma».
Lo primero que sorprende del
libro es que no tiene ni una sola ilustración, a pesar de que recorre (desde París)
las artes de la Vieja Europa y llega (en Nueva York) a la capital de las
imágenes contemporáneas. Es, así, un quedarse en el otium clásico, actividad cultural liberadora de las energías del
corazón, huyendo ‒¿inútilmente?‒ del entertaiment,
considerado el objetivo de las políticas culturales y del «capitalismo cultural
de crecimiento exponencial, el de los medias, de lo audiovisual, de la red
mundial, revolución sin precedentes, que mercantiliza íntegramente la cultura,
y culturaliza íntegramente la mercancía». Han caído los mitos, las ideologías.
¡Genial! ‒diríamos‒: tenemos libertad para movernos. Pero apenas hay sitio para
darse la vuelta entre el individualismo optimista de los barrios (muy)
pudientes y los diversos fanatismos de los barrios periféricos.
No vamos a finalizar la
entrada con el sabor ácido de aquella Primavera
silenciosa a la que nos lleva el delicado libro de Rachel Carson, en la que
no hay cantos de pájaros, o con la pesadilla de Baudelaire en la que la
estación ha perdido el olor. Nos quedamos, para terminar el día, y leer bajo la
luz tenue de la lámpara en la mesilla de noche, la Correspondencia (2011) habida entre Chejov y Gorki durante los
cinco años de vida del primero (1898-1904). Intercambian frases sublimes de
personajes literarios: «La soledad es el comienzo de la sabiduría», dice uno de
Herdberg, y otro añade «y de la locura». O «es un consuelo que los demás no
sean mejor que nosotros», puesto en boca de quien expresa la bajeza de su alma.
Y uno de ellos señala que «el oficio literario es de por sí agotador. Entre fracasos
y decepciones, el tiempo pasa deprisa, no percibimos el tiempo presente, y el
pasado, el tiempo en que era tan libre, me resulta ya ajeno, como de otro».
[Salud. Cualquiera de los
dos libros aprovecharía a quienes gobiernan la res publica].
Imágenes sin imágenes en 900 páginas, interesante ese extenso recorrido y destacable esa primavera silenciosa intentando despertar nuestro cuidado por la naturaleza que me parece que no se ha conseguido.
ResponderEliminarYo creo que muchas de tus recomendaciones estaría bien que las leyeran los que gobiernan la res publica, que la aprovecharan ya sería pedir mucho.
Besos
Ya lo creo, Conxita. Si al menos los leyeran, nos daríamos con un canto en los dientes.
ResponderEliminarBesos.
La Correspondencia entre Chejov y Gorki seguro que es muy interesante de leer Ignacio. Como siemope una entrada muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Conchi. Casi tengo la seguridad de que te atraería.
EliminarUn abrazo.
De acuerdo en lo de Chejov y Gorki, pero me resulta sumamente interesante el libro de Fumaroli, de que siempre suelo salir satisfecho.
ResponderEliminarNada que objetar a lo que comentas, Anónimo. Es un autor clarividente en muchos aspectos.
EliminarSaludos.
Que interesante este libro, me encantan los libros hipertextuales porque en realidad es como funciona mi cabeza.
ResponderEliminarEsos diálogos entre Chejov y Gorki son atractivos por su sabiduría (cosa de la que carecen casi todos/as las que gobiernan la res publica.
Un abrazo.
Ya lo creo, Laura. Seguro que lo disfrutarías. Al igual que la correspondencia entre los rusos.
EliminarUn abrazo.