jueves, 28 de enero de 2010

Mujer desesperada

Julia Otxoa (1953) es narradora y poeta. Con frecuencia, en sus textos, hace referencia al mundo de las bibliotecas, a los espacios, a los ambientes singulares que se conforman en torno a los libros y a la gente que trabajamos con ellos. Uno de estos relatos lleva por título Cambio de profesión y dice así:

«La mujer desesperada buscó ansiosamente en el Libro de las Desolaciones solución a su problema. Al cabo de algún tiempo de intentarlo en vano, se dio cuenta que había recurrido al libro equivocado, que, en realidad, lo que debía buscar era el volumen número cinco de La Gran Enciclopedia Universal, aquel que llevaba por título Senoicalosed. Lamentablemente, tampoco en él encontró nada que pudiera serle útil.
Pero no se desanimó por ello. Siguió busca que te busca. De este modo, fueron transcurriendo los días, los meses y los años.
Mientras, ella, enfrascada en su búsqueda, apenas se daba cuenta del paso del tiempo, ni de que era una mujer desesperada.
La tristeza había desaparecido, se había convertido en una lectora insaciable. Con el tiempo llegó a ser sabia.»

Pero, ¿a quién se le ocurre buscar en un libro la solución a su problema?

[Encontramos el relato, junto a otros similares en extensión, en Kískili-Káskala (Ediciones Vosa, 1994)]

6 comentarios:

  1. Bonita historia, desgraciadamente cada vez son menos los que buscan soluciones en los libros. Por más que intentamos convencerles, los niños acuden a Internet, para hacer pequeños trabajos, por supuesto la información que sacan pocas veces se corresponde con lo que necesitan.

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  2. A mi, a mi.... busco en los libros mucho, mucho... pero lo que más es pasar un rato largo leyendo y enfrascada en la lectura disfrutar y no pensar en lo último que me desagradaba... no me extraña que no se de cuenta del tiempo que había podido pasar, seguro que más de una vez se ha quemado la comida leyendo, cuando el sentido del olfato despierta "por narices" ay! :)

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  3. Buenos días, Burgostecarios:

    Si la lectora hubiera hablado bajito,
    con los bibliotecarios,
    le hubieran dado su sonrisa,
    además del libro adecuado.
    Y cada día, en el encuentro,
    vería que le iba desapareciendo el desespero.
    Y entonces sí que sería sabia,
    pues sin notarlo,
    le habría ido naciendo,
    la esperanza, la paciencia,
    y el gusto por lo bello.

    Saludos. Gelu

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  4. Muy bonito Penelope y muy cierto, ahí estamos para ayudar al que venga a nosotros.

    Yo creo que siempre podemos aprender algo de un libro, no???

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  5. Gracias Penélope, no se si es de tú puño y letra, pero en ese caso ¡enhorabuena! artista

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  6. Es una historia fascinante. Ojalá la respuesta la tuvieran los libros.

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