Siento demasiado que con
este gran poeta ha muerto una parte de mí mismo; células de mi cerebro quedarán
inactivas, de ahora en adelante, porque solo trabajaban para el placer de
coincidir con él.
Son palabras de Maurice Barrès (1862-1923) tras la muerte de
su gran amigo el profesor y poeta Jules Tellier (1863-1889), acontecida por
fiebres tifoideas, tras el regreso de un viaje por Argel y España. El narrador
y ensayista Barrès, de elegante prosa y armonioso estilo en libros como Greco o el secreto de Toledo (1912), se
sumerge en el nacionalismo (ultra)conservador en obras como Las amistades francesas (1903), y en la
actividad política con posiciones antijudías como en Sus rostros (1902). En 1894 le dedica a Tellier su Du sang, de la volupté et de la mort (traducido
aquí como Paisajes de amor y muerte, en
2005; y en Buenos Aires como Sangre,
voluptuosidad y muerte, en 1922).
Seguramente acierta Barrès al mostrar su estado de ánimo.
Algo único despierta y vive cuando coincidimos con determinada persona. Algo
que vuelve a dormir cuando nos alejamos. Aunque, entonces, vayamos al encuentro
con quien amamos. La vida no deja de matarnos. ¡Menos mal que la memoria y el
olvido nos echan una mano!
Salud
En cierto sentido, la amistad o el amor producen, en nosotros, la comprensión de su modo de entender el mundo. Cuando una u otro faltan, esa comprensión muere. Nos volvemos más estrechos de miras. Claro, el recuerdo nos la devuelve.
ResponderEliminarPor lo visto, ebge, el recuerdo nos devuelve esa comprensión, pero no debe de ser tan fácil que se reactiven nuestras células.
EliminarPalabras personales, sinceras. Tras un viaje al sur, sobreviene el drama. Es que las muertes repentinas hacen más inexplicable el vacío y la ausencia. El ¿cómo? y el ¿por qué? siguen ahí, latentes. Un beso
ResponderEliminarLa verdad que la muerte convierte en definitivo lo que no logramos entender. Sin duda, lo más personal que existe.
EliminarUn beso a ti, Mere.
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