Estas lluvias de marzo (y
alguna nieve) están poniendo a la primavera en su sitio. Esparcen sensación de
normalidad. Debajo del paraguas leo El
mar (2006), de John Banville. En esta ocasión me dejé atraer por una
opinión publicitaria, la de George Steiner, que asegura que «Banville es el
escritor de lengua inglesa más inteligente, el estilista más elegante». Claro
que no lo leo en inglés, pero no decepciona su prosa, a muchos de cuyos
párrafos y frases se vuelve una y otra vez por el puro placer de leerlas, ya
que la historia narrada no es precisamente el espacio en el que se pueda
disfrutar. La pérdida, la vejez y la memoria como salvación son asuntos
centrales de su argumento, adobados con los variados yoes de su protagonista.
Eso sí, la sal se pega a nuestro cuerpo saliendo de sus líneas y sentimos su
reconfortante caricia en la piel mientras caminamos en el páramo.
Vestirse de agua de mar.
En esas andaba estos días de
asueto, cuando leo la noticia de que la biometría es la candidata perfecta para
convertirse en código (pin) personal intransferible e inimitable e incopiable e
inhackeable e…, según avanzan quienes desarrollan las potencialidades de la
tecnología ‒con el propósito de hacernos
más fácil la vida‒ en los ámbitos del e-commerce. Resulta que una empresa
canadiense, de estas startupes, ha ideado una pulsera que utiliza la señal
eléctrica que emiten nuestros corazones como clave de autentificación; solo hay
que añadirle un pequeño chip y se convierte en un dispositivo único como método
de pago. ¡Vestirse ‒wearable‒ para pagar! Es ya unos de los contactless del
futuro, que, por si fuera poco, ahorra el llevar móvil o tarjeta de crédito.
Con el corazón es
suficiente.
[La Nit a Llancà pertenece a una serie de Paco e Isabel, excelentes
artistas de la cámara].
SUelo tener rechazo a tanto avance tecnológico, al final vamos a ser robots.
ResponderEliminarEl libro por lo que describes sí es lo que busco en la lectura. Me lo apunto, ya.
Gracias y feliz domingo.
Feliz domingo, Celia. Seguro que lo disfrutas.
EliminarLo de pagar con el corazón... lo posponemos.
Me ha gustado el libro que nos cuentas, me lo apunto para mi interminable lista de libros pendientes de lectura, que no deja de aumentar.
ResponderEliminarLa tecnología si nos ayuda a mejorar, sea bienvenida, si solo nos esclaviza o nos hace dependientes, mejor cuestionarla.
Un saludo
Algo que nos sucede a quienes nos da por la lectura, Conxita. Tener una lista de pendientes.
EliminarSaludos a ti.
La lectura de autores ingleses siempre me sorprende y me gusta, las reflexiones profundas sobre lo que nos preocupa en el fondo a todos por igual me crea conciencia de una igualdad certera y al mismo tiempo ternura porque hay una perla preciosa que podemos llevar en el bolsillo. Lo de la técnica en el fondo confirma que somos inigualables físicamente. Confirmada la trascendencia.
ResponderEliminarDescribes acertadamente, Amalia, lo que son para ti las lecturas de autores ingleses, y nos dejas esa perla en el bolsillo.
ResponderEliminarGracias.
El libro parece muy interesante ¡me paso por la biblioteca a ver si lo encuentro! A mi me gusta el avance de la tecnología, pero, ¿funcionará si llevas un marcapasos?.
ResponderEliminarUn abrazo Ignacio.
Pues no lo sé, Conchi, seguro que ya han pensado en ello, ja ja.
EliminarUn abrazo.
Me gustó bastante Los infinitos, y concuerdo con lo que señalas sobre su prosa y la delicia de releer algunos de sus párrafos.
ResponderEliminarEso del corazón que explicas no me gusta nada. De hecho cada vez proporcionamos más datos de nuestro cuerpo a través de mil mecanismos que nos dicen el ritmo cardíaco, cuanto andamos o corremos, etc y que quedan registrados en internet. Sobre eso habla el filósofo Byung-Cgul Han.
La foto es una maravilla.
Un abrazo!!
Es cierto, Laura, la foto es una maravilla. Es de la playa La Falconera.
ResponderEliminarMe gusta el filósofo que comentas.
Un abrazo a ti.