lunes, 19 de febrero de 2018

Miradas novadoras (Carmen Tomé, Johannes Vermeer)


La improvisación requiere entrenamiento. Nos cuesta trabajo percibir la profundidad de miradas inusuales. Vermeer lo hizo. Nos regaló, con ello, el ambiente de los instantes. Tanim, Escenas Comunes, es uno de esos (escasos) espacios de improvisación interdisciplinar no jerárquica, «caminos que se entrelazan para generar en común, tanto a nivel artístico como personal y político». Seguramente por esa unión entre escenario y vida, Carmen Tomé, una de las animadoras de este proyecto, interpuso el verano pasado una denuncia contra su libertad e integridad sexual, sufrida en el contexto del Programa de Residencias A Quemarropa en Alojamiento para Colectivos San Roque, en Alicante. Con ello desbordaba el ámbito privado al hacerla suya la organización de dicho evento y asumirla el colectivo no mixto La Caja de Pandora, que integran unas 3.000 mujeres del mundo del arte, el cual ha leído un comunicado público defendiendo a Carmen Tomé el lunes, día 29 de enero, en las escaleras del museo Reina Sofía madrileño. Plantarse ante la figura poderosa, representante de resortes variados patriarcales públicos de esta sociedad, rechazándole pretensiones que se antojan naturales, sororizar la situación, sabiendo que es dable que se cierren puertas profesionales y que pueden aflorar sentimientos atávicos, requiere determinación. Son conductas que conducen a la educación para la convivencia.
Es Laura J. Snyder (1964) la última que nos recuerda en El ojo del observador (2017) -Eye of the Beholder- que Johannes Vermeer (1632-1675) experimentaba en su buhardilla de Delft con una cámara oscura los efectos de la luz y consiguió telas de una luminosidad singular (al tiempo que Antoni van Leeuwenhoek [1632-1723], en la misma ciudad, en el verano de 1674, descubría un mundo oculto al mirar a través de una minúscula lente). Vermeer no es esclavo de lo que ve ahí, de su óptica; lo experimenta y lo traduce; supera las apariencias muertas.
Poco importa ahora -aunque sí vendría a cuento si sucediera hoy- el que el pintor muriera en la ruina a los 33 años y dejara con diez hijas/os a Catharina Bolnes, su mujer (más una casada y tres en la tumba). Lo que permanece es la intrepidez con la que mostró tal variedad de tonos -oscuridad o claridad relativa de un color-, tal intensidad de colores y tal gama cromática de sombras, que pronto se incorporaron como naturales a la pintura. Él y su vecino científico se atrevieron a ver (y a saber, pues Leeuwenhoek hizo suyo el “sapere aude” de Horacio en la Epístola a Lolio), a enseñarnos una forma inusual de mirar.
Las heroicidades se asientan en quehaceres no banales como los de Vermeer y Tomé. Wislawa Szymborska lo sabía:
Mientras esa mujer del Rijksmuseum
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo leche de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo.

[Salud. A la espera de que la Vida regale miradas novadoras a quienes gobiernan la res publica]. (Fotografía de Olmo Calvo).

8 comentarios:

  1. Nos tienes acostumbradas a establecer relaciones entre los aspectos (u obras) que tocas y, la verdad, que este, después de mirarlo con detenimiento, me ha resultado útil.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que así sea, Anónimo. No es fácil el asunto primero.

      Saludos.

      Eliminar
  2. No conocía esos hechos que comentas pero no sorprenden, por desgracia aún se siguen dando con demasiada frecuencia pero cada vez son más las mujeres que se atreven a decirlo en voz alta.
    Enseñarnos a mirar sería bueno tener más miradas de esas.
    Besos
    Por cierto Ignacio no sé qué ha pasado con tu comentario, lo veo en el correo electrónico pero no lo encuentro en el blog, este blogger hace unas cosas más raras.
    Gracias por tus palabras

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, Conxita, son miradas novadoras, que pasan por nuestros distintos modos de ser. Nada fácil, pues se corre el peligro de que alguien resulte herido sin merecerlo.

      No sé que habrá pasado en lo del comentario. Lo he hecho del modo habitual en el mismo ordenador de (casi) siempre. Si ocurriera otra vez, ya procuraría enterarme algo más.

      Abrazos.

      Eliminar
  3. Hay que aplaudir la denuncia de cualquier tipo de agresión y dar ejemplo de sororidad con quienes ponen la realidad ante las narices de la sociedad (si es que esta las tiene).

    Y Vermeer y Szymborska son una maravilla para disfrute de la humanidad.

    Abrazos (la que espera desespera, no esperes mucho).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, Laura, hay que aplaudirlo. Y, para acompañarlo, excelente compañía son Vemeer y Szymborska.

      La espera es consciente hacia la Vida (no hacia quienes nos gobiernan).

      Abrazos.

      Eliminar
  4. Hola Ignacio, como siempre es un placer entrar a tu blog ya que nos traes temas muy interesantes.

    Un abrazo de Espíritu sin Nombre.

    ResponderEliminar
  5. Gracias, Conchi, al igual que es un disfrute visitar tu bitácora.

    Abrazos

    ResponderEliminar

Nos encantan los comentarios y que nos cuentes lo que quieras.