La improvisación requiere entrenamiento. Nos
cuesta trabajo percibir la profundidad de miradas inusuales. Vermeer lo hizo.
Nos regaló, con ello, el ambiente de los instantes. Tanim, Escenas Comunes, es
uno de esos (escasos) espacios de improvisación interdisciplinar no jerárquica,
«caminos que se entrelazan para generar en común, tanto a nivel artístico como
personal y político». Seguramente por esa unión entre escenario y vida, Carmen
Tomé, una de las animadoras de este proyecto, interpuso el verano pasado una
denuncia contra su libertad e integridad sexual, sufrida en el contexto del
Programa de Residencias A Quemarropa en Alojamiento para Colectivos San Roque, en Alicante.
Con ello desbordaba el ámbito privado al hacerla suya la organización de dicho
evento y asumirla el colectivo no mixto La Caja de Pandora, que integran unas
3.000 mujeres del mundo del arte, el cual ha leído un comunicado público defendiendo a
Carmen Tomé el lunes, día 29 de enero, en las escaleras del museo Reina Sofía
madrileño. Plantarse ante la figura poderosa, representante de resortes
variados patriarcales públicos de esta sociedad, rechazándole pretensiones que
se antojan naturales, sororizar la situación, sabiendo que es dable que se cierren
puertas profesionales y que pueden aflorar sentimientos atávicos, requiere determinación. Son conductas que conducen a la educación para la convivencia.
Es Laura J. Snyder (1964) la última que nos
recuerda en El ojo del observador
(2017) -Eye of
the Beholder- que Johannes Vermeer
(1632-1675) experimentaba en su buhardilla de Delft con una cámara oscura los
efectos de la luz y consiguió telas de una luminosidad singular (al tiempo que Antoni
van Leeuwenhoek [1632-1723], en la misma ciudad, en el verano de 1674,
descubría un mundo oculto al mirar a través de una minúscula lente). Vermeer no
es esclavo de lo que ve ahí, de su óptica; lo experimenta y lo traduce; supera
las apariencias muertas.
Poco importa ahora -aunque
sí vendría a cuento si sucediera hoy- el que el pintor
muriera en la ruina a los 33 años y dejara con diez hijas/os a Catharina
Bolnes, su mujer (más una casada y tres en la tumba). Lo que permanece es la
intrepidez con la que mostró tal variedad de tonos -oscuridad
o claridad relativa de un color-, tal intensidad de
colores y tal gama cromática de sombras, que pronto se incorporaron como
naturales a la pintura. Él y su vecino científico se atrevieron a ver (y a
saber, pues Leeuwenhoek hizo suyo el “sapere aude” de Horacio en la Epístola a Lolio), a enseñarnos una
forma inusual de mirar.
Las heroicidades se asientan en quehaceres no
banales como los de Vermeer y Tomé. Wislawa Szymborska lo sabía:
Mientras esa mujer
del Rijksmuseum
con esa calma y
concentración pintadas
siga vertiendo leche
de la jarra al cuenco
no merecerá el Mundo
el fin del mundo.
[Salud. A la espera
de que la Vida regale miradas novadoras a quienes gobiernan la res publica]. (Fotografía de Olmo Calvo).
Nos tienes acostumbradas a establecer relaciones entre los aspectos (u obras) que tocas y, la verdad, que este, después de mirarlo con detenimiento, me ha resultado útil.
ResponderEliminarSaludos.
Me alegro de que así sea, Anónimo. No es fácil el asunto primero.
EliminarSaludos.
No conocía esos hechos que comentas pero no sorprenden, por desgracia aún se siguen dando con demasiada frecuencia pero cada vez son más las mujeres que se atreven a decirlo en voz alta.
ResponderEliminarEnseñarnos a mirar sería bueno tener más miradas de esas.
Besos
Por cierto Ignacio no sé qué ha pasado con tu comentario, lo veo en el correo electrónico pero no lo encuentro en el blog, este blogger hace unas cosas más raras.
Gracias por tus palabras
Efectivamente, Conxita, son miradas novadoras, que pasan por nuestros distintos modos de ser. Nada fácil, pues se corre el peligro de que alguien resulte herido sin merecerlo.
EliminarNo sé que habrá pasado en lo del comentario. Lo he hecho del modo habitual en el mismo ordenador de (casi) siempre. Si ocurriera otra vez, ya procuraría enterarme algo más.
Abrazos.
Hay que aplaudir la denuncia de cualquier tipo de agresión y dar ejemplo de sororidad con quienes ponen la realidad ante las narices de la sociedad (si es que esta las tiene).
ResponderEliminarY Vermeer y Szymborska son una maravilla para disfrute de la humanidad.
Abrazos (la que espera desespera, no esperes mucho).
Sí, Laura, hay que aplaudirlo. Y, para acompañarlo, excelente compañía son Vemeer y Szymborska.
EliminarLa espera es consciente hacia la Vida (no hacia quienes nos gobiernan).
Abrazos.
Hola Ignacio, como siempre es un placer entrar a tu blog ya que nos traes temas muy interesantes.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Gracias, Conchi, al igual que es un disfrute visitar tu bitácora.
ResponderEliminarAbrazos