Sálvese quien pueda es un texto
memorialístico de la socióloga y antropóloga francesa Nicole Lapierre (1947),
empleada como directora de investigación en el CNRS (Centre Nationale de la
Recherche Scientifique). Precisamente una notable parte de su trabajo se ha
centrado en recoger testimonios de personas judías llegadas a Francia durante
el siglo XX, provenientes en la mayoría de los casos del Este europeo, de donde
llegó su familia, en concreto de Lodz y Plock (Polonia). Su escritura evidencia
una cultura variada, frutada aquí y allá con referencias y citas a la
literatura o la filosofía.
De
entrada, tiene el atractivo voyeur de las biografías, aunque en este caso no me
resultaba sugerente el que se tratara de una familia acomodada, que encuentra
la vida resuelta o facilitada por el dinero proveniente de sus negocios (a
veces algo turbios), que les permite acceder a estudios o a ambientes bohemios
de lujo, muy diferenciada de la masa judía europea. Pero, en el caso de Nicole
Lapierre, hay dos elementos que varían este estatus: las dificultades generales
que toda persona judía tuvo que afrontar en las décadas iniciales del siglo XX
ante las olas de antisemitismo, agravadas con la ocupación alemana de Francia (en
este caso), lo que también sucedió a la familia de la autora; y, en particular,
el hecho de que su madre y su hermana mayor (y única) se suicidaran, ambas en
una época semejante de su vida.
Curiosamente,
la autora se ha dedicado a contar la vida de las/os demás y apenas había
abordado el relato de la suya, lo cual es comprensible después de leer este
libro (escrito en 2015). Huye de analizar y extraer conclusiones o plantear
explicaciones a una decisión tan personal y libre (huyendo de Durkheim) como la
de apagarse voluntariamente. Y mucho menos de juzgar, pues, siguiendo a
Montaigne, «es difícil calibrar en qué momento exactamente estamos al final de nuestras esperanzas». No cree en
las manoseadas “tendencias suicidas” de quienes conciben el acto desde la
predestinación. Son intentos de dominar aquello que se nos escapa.
Prefiere
la mirada de Jean Améry (1912-1978) que dos años antes de suicidarse escribió el
Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso
sobre la muerte voluntaria, traducido en 1998. (Por cierto, un estudiante
le achacó: “¿por qué ha escrito un libro sobre el suicidio y no se ha suicidado?”;
a lo que Améry respondió, irónico y lúcido: “paciencia”).
[Salud. A la espera de que la Vida resucite a
quienes gobiernan la res publica].
Menuda anécdota la de Jean Amériy.
ResponderEliminarSaludos.
Ya, Anónimo, a veces los astros confluyen...
EliminarSaludos.
Me resulta muy difícil de comprender que alguien voluntariamente renuncie a lo único que realmente nos pertenece como es la vida. Desgraciadamente he vivido de cerca el suicidio de varias personas, familia, gente muy joven en general, tanto que aun me sigo preguntando ¿ de verdad son realmente conscientes los suicidas de lo que hacen? no lo sé, a mi tampoco me gusta juzgar, solo me produce una pena infinita el destrozo que dejan en sus familias, un destrozo irreparable ... al margen de su sufrimiento personal, indiscutible, me pregunto si no hay un componente enorme de egoísmo y cobardía justamente por esto, por no sr capaces de pensar en las consecuencias del suicidio para los que viven a su al rededor... en fin, perdona mis divagaciones, solo que este tema me duele mucho porque he visto sufrir muchísimo por él a gente que no se lo merece.
ResponderEliminarGracias por estas reseñas, el status social no merma en absoluto las dificultades que tiene la vida para cada uno, solo las hace diferentes.
Un abrazo muy grande y buen finde IGNACIO!
No me parecen divagaciones, María. Son reflexiones en torno, a como dices, un asunto crucial: nuestra vida.
EliminarLa autora, Nicole Lapierre, prefiere no cargar responsabilidades en quienes se han suicidado, tan cercanas. No sé si hasta ahora lo había hecho. Imagino que habrá pasado por fases variadas. La cobardía y la valentía son son absolutos sino relatividades. Recuerdo leer a Emma Goldman diciendo que ella nunca había sentido miedo, y eso que se había enfrentado a matones, policías, etc. Muchas otras personas no se atreven ni a la mitad de lo que ella hizo, pero tuvieron que vencer miedos internos muy fuertes. ¿Dónde está la la valentía?
¡Uf!, disculpa, que ahora sí que soy yo quien divaga.
Un abrazo grande y días venturosos.
Uff un tema muy doloroso tanto para los que sufren tanto que deciden hacerlo como para los que se quedan. No me gusta juzgar ni que me juzguen y menos en un tema tan delicado como este.
ResponderEliminarVaya anécdota la de Améry y cuánto sufrimiento y desesperanza encierra.
Besos
Ya lo creo, Conxita, que es doloroso para las dos partes.
EliminarBesos.
Un tema para hilar muy fino, he padecido el suicidio de la que en su momento era mi consuegra y se pasa muy mal.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Ya imagino, Cochi, que es todo un acontecimiento para revolver las situaciones familiares.
EliminarAbrazos.