domingo, 27 de septiembre de 2009

Colofón. Entre utilidad y estética

El colofón –esa parte de los libros que va colocada al final– nace en los primeros tiempos de la escritura. Los textos sumerios, grabados con caña aguzada en las tablillas de barro en signos cuneiformes, ya lo incorporan [en la meso potamos o Mesopotamia, tierra ‘entre ríos’, Tigris y Eúfrates]. Su función era la de informar sobre el contenido de los mismos. Se entiende, si pensamos que las diversas tablillas que componían un libro se colocaban (boca abajo) unas encima de otras, por lo que la cara que se veía era la parte posterior de la última tablilla; de ahí que se incluyera en ella la información necesaria para no tener que remover los montones cuando deseábamos encontrar determinada ley, contrato o relato moralizante. Posteriormente, los rollos (o volúmenes), figuraba al final de la última columna. Solía contener el título y el número de tabletas u hojas de la obra.

Los códices medievales incorporaron al colofón datos que indicaban el nombre del lugar y la fecha de la copia. Con la llegada de la imprenta, el colofón cobró pronta vida y ya lo vemos en incunables de 1457. A los datos anteriores se le solía añadir el nombre de quien lo imprimía y la festividad religiosa que correspondía. Llegaron a adquirir tal importancia que, en ocasiones, eran redactados por escritores profesionales. Con el paso de los años, su relevancia informativa fue decreciendo, pues los datos que en él figuraban fueron trasladándose a la portada. Es así que en la actualidad, tiene un carácter meramente estético, pero se ha preservado, pues proporciona prestancia a la obra y valor bibliográfico al volumen. Es el libro como ofrenda (del que habla Alfons Garrigós). Quede de ello constancia en el colofón en culo de lámpara –los hay en las figuras más variadas– que ofrecemos, extraído de José Jiménez Lozano, Guía espiritual de Castilla (Valladolid, Ámbito, 1993) [obra en sumo grado recomendable]:

Colofón
Con el otoño ya vencido, cuando Sirio
“se toma la mayor parte de la noche”,
y en la festividad de los santos
Agrícola, Casiano, Ambico
e Hilaria, en los talleres
de Simancas Ediciones
se terminó de imprimir
la tercera edición
de este libro

SIC VITA, DUM FUGIT, STARE VIDETUR

(A ninguna persona de agudeza lectora se le escapará cuál es la fecha aludida. Y, por supuesto, lo silenciosa que transcurre la existencia hasta que nos topamos con los versos de Gil de Biedma: La vida iba en serio.)

¿Conservarán el colofón los libros digitales?

4 comentarios:

  1. Magnífica idea lo del Sonowebs.
    Siempre hay que acordarse de los usuarios que necesitan atención específica.

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  2. Es otra de las pérdidas y desventajas del libro digital, donde esté el papelito..

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  3. Hmmm... creo que lo del colofón no se va a estilar mucho es como lo el exlibris o los sellos lacrados... todavía se usan pero con un carácter casi anecdótico.
    Me ha gustado la explicación de su origen por la colocación de las tablillas... es muy lógica.
    Y mi agudeza está hecha un asco... no se.... voy a seguir mirando a ver... ;)

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  4. Bueno, Mafi, sería hacia el 3 de diciembre.

    Por supuesto, Luly, que es buena idea lo del sonowebs (además, imagino que dentro de no mucho tiempo será olbigatorio para los sitios que tengan que cumplir con normativa de accesibilidad), pero me queda una duda: ¿tiene que ver con el tema de hoy?

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