lunes, 26 de enero de 2009

Narcisos de tinta


El relato de trayectorias personales está presente desde antiguo en la cultura universal, tanto es así que constituye un género literario. Pero es en la edad contemporánea, y de manera especial en la cultura de Occidente –la nuestra–, donde se prodiga esta forma narrativa, en buena medida debido a la veneración hacia la persona que se da en nuestra civilización (de ahí la expresión narcisos de tinta, que recogemos de Anna Caballé); el yo frente a lo anónimo.

No obstante su amplia acogida, la Historia siempre ha tenido un palpable rechazo a admitir las autobiografías como fuentes fiables, científicas, por considerarlas subjetivas e, incluso, engañosas. Poco a poco, sin embargo, se va imponiendo la línea de considerarlas en su valor, puesto que informan de lo concreto (lo microsocial), aportan los puntos de vista de quienes actúan en la vida diaria. Así, las personas no somos concebidas como meros danzantes a merced de las estructuras, la cultura o la lucha de clases, sino seres capaces de actuar por sí mismos, con cierta independencia de las normas y presiones sociales.

¿Cuándo escribir una autobiografía? Hay opiniones para todo. Julio Nombela (Impresiones y recuerdos, Madrid, Tebas, 1976) decía que «cuando ya los recuerdos forman el melancólico crepúsculo de la existencia». Y así es en muchos casos. Pero no siempre, especialmente en las literarias (léase los excelentes relatos de Yasmina Khadra, Amin Maalouf o Amos Oz, por ejemplo). En cualquier caso, lo que interesa es encontrar, con un poco de suerte, obras en las que sus almas se muestren transparentes.


Solo hay que echar un vistazo a los escaparates de las librerías para ver como proliferan estos libros, máxime ahora que se da mayor valor a lo local (cuando ya hemos perdido buena parte de nuestras esencias) y se emplea en ello algo de dinero público. Las mismas bibliotecas, en algunos casos, facilitan la elaboración de textos autobiográficos. Nuestra indicación es buscar fuera de los cauces comerciales del mercado y encontrar delicias como las obras de Anselmo Lorenzo, Emma Goldman o Proudhon Carbó. Suerte. Tal vez ya la hayáis tenido, ¿no?

5 comentarios:

  1. A mi siempre me han gustado las autobiografías, no he leído las que comentas pero apuntado queda en mi lista para próximas lecturas.
    Gracias

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  2. El problema es que hay muchos que no hacen autobiografía, sino autobombo. A mí me encanta este género cuando está bien hecho.

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  3. El problema es que hay muchos que no hacen autobiografía, sino autobombo.

    Sí, el autobombo es un frecuente acompañante de las autobiografías, aunque él mismo las desacredita.

    Apunto otra, Ayla, Memorias de una joven doctora, de Nawal El-Saadawi.

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  4. No recuerdo haber leído ninguna, y no estoy seguro de achacar esta laguna a falta de tiempo o a preferencia por otras lecturas.
    La de que el objeto y el observador sean una misma persona parece una plataforma ideal para exponer opiniones, perspectivas, motivaciones (incluso, como habéis dicho, falsas motivaciones). Todos somos prisioneros de las nuestras. Y nuestra perspectiva es consecuente. Bueno, ahora que lo pienso, eso de que todos somos prisioneros de las nuestras suena un poco excesivo.

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  5. Pufff!!! qué difícil... hoy en día paralelo a las autobiografías corren los blogs, en los que un porcentaje elevadísimo la gente "cuenta su vida", es buenísimo el artículo del jueves dedicado a facebook y a los bloggers... el blog puede ser un arma de destrucción masiva en manos de desaprensivos (muchos egos juntos)jua,jua...
    A parte desde mi punto de vista, me gustan las biografías sean auto o no de mujeres, y si su vida ha aportado algo a la humanidad mucho más. Lo de siempre para gustos los colores. :)

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