martes, 20 de enero de 2009

TOLSTÓI Y EL "NO HACER"




No sé si por disciplina profesional o por que la edad va trayendo estas cosas, decidí no hace mucho retomar la lectura de las obras de los grandes maestros clásicos. Y así, sin contemplaciones me hice con el primer volumen de Guerra y Paz, al que ha seguido el segundo, no menos voluminoso por cierto. Reconozco que es la primera vez que una obra de este tipo me engancha. Otras las he terminado porque no me gusta dejar libros a medias, pero esta vez Tolstói me ha tocado la fibra... la fibra humana en todas sus expresiones. Este autor demuestra un gran conocimiento del mundo y sus habitantes. Derrama luz sobre temas como el poder, la riqueza, la pobreza, el amor, la muerte, la lealtad, la guerra, el dolor y en general sobre la verdadera trascendencia de todas ellas. Eso por no hablar del poder descriptivo que demuestra a lo largo de sus relatos: cientos de personajes, paisajes, situaciones y sucesos, contados de una forma tan vívida que cuesta creer que uno no los haya conocido realmente en una anterior vida. Para muchos todo esto será una obviedad, pero un autor se nos puede revelar en un momento concreto, como nunca lo hizo antes (de hecho leí hace tiempo Ana Karenina sin efecto alguno).
Dicho esto, me gustaría entresacar fragmentos de la obra Guerra y Paz que me han impresionado especialmente y para comenzar he elegido este que trata sobre la ociosidad. No tiene desperdicio:
“Nos enseña la Biblia que la ociosidad, la ausencia de todo trabajo, era condición de la beatitud del primer hombre antes de su caída. El amor a la ociosidad sigue siendo el mismo en el hombre caído aunque la maldición pesa siempre sobre él, no tanto porque tengamos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, sino porque nuestras cualidades morales no nos permiten ser felices en el ocio. Una voz misteriosa nos acusa siempre de que estamos ociosos. Si el hombre pudiera verse en un estado en el que, permaneciendo ocioso, se sintiera útil y cumpliendo con su deber en el ocio, encontraría una buena parte de su felicidad primitiva”.

Hoy os propongo meditar y comentar sobre el curativo “no hacer” que tanto bien haría a nuestras vidas.

Buen día.

12 comentarios:

  1. ay el "no hacer", pero que cosa más divertida, a quién no le gusta quedarse una tarde fría como hoy en casita y no hacer nada?. Todo un lujo al alcance de cualquiera

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  2. Leí hace poco no se dónde, creo que en un libro de Vila-Matas, que hay que ser valiente para dedicarse a no hacer nada.

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  3. ¿Se considera una siesta de pijama y orinal como "no hacer nada"? Porque el último sábado por poco me despierto a la hora de cenar. Y para remate, película mientras me desperezaba.

    Es todo un lujo en esta sociedad de la prisa. ¡Paren el mundo que yo me bajo!

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  4. No sería mala costumbre dedicar cinco minutos al día a no hacer nada (otros 5 a relajarse, otros 5 a respirar, otros 5 a estirarse, otros 5 a meditar, otros 5 a cuidarse los pies, otros 5 a...¡que locura!).

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  5. Sí Kapov, tienes razón al apuntar que para todas las lecturas y autores hay un momento idóneo en la vida; yo leí a Stendal con 14 años, y aunque me cautivó, reconozco que no pude sacarle entonces todo el jugo que sus obras tienen. Lo mismo me pasó con Hesse, que leía con avidez, pero sin llegar a profundizar en sus escritos; y así con decenas de autores. Me alegro de que hayas llegado a Tólstoi con ganas de quedarte, porque eso no ocurre frecuentemente con "los rusos".

    En cuanto a "il dolce far niente" comparto con el texto que nos traes hoy la afirmaión de que no hay mayor desgracia para el hombre que la mala conciencia que se genera cuando te entregas a ese no hacer nada; probad a estar una temporada larga sin dedicaros a nada concreto, os subireis por las paredes; aunque es el sueño de todo bicho viviente, la verdad :)

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  6. ¡ZAS! ya pillé a la compañera miau poniendo en práctica lo que nos propone hoy Kapov XDDDD

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  7. ¡Qué buena entrada, Kapov!

    La mala conciencia -la culpa- sobre la ociosidad va ligada con la cultura occidental. En Oriente no sucede tanto.

    Pero creo que hay algo más fuerte todavía que la mala conciencia para que no permanezcamos en el ocio: el miedo. El miedo al vacío, a no saber qué hacer; en definitiva, a encontrarnos con nosotros/as mismos/as.

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  8. La verdad es que también he decidido leer de manera preferente las consideradas "grandes obras", y no perder precioso tiempo con pijamas de rayas, salvo si es para una siesta tipo la que propone dual... Porque eso también lo estoy intentando, ser capaz de hacer nada sin sentirme culpable...

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  9. El miedo al vacío, a no saber qué hacer; en definitiva, a encontrarnos con nosotros/as mismos/as.

    ¡Qué razón tiene lavela! Siempre que estamos un tiempo en soledad empezamos a hacernos las grandes preguntas: quién soy, conozco la felicidad, etc. Pero creo que también tiene su parte buena porque podemos descubrir tanto talentos ocultos (os animo a cocinar) como pequeñas cosas que nos pueden arrancar una sonrisa cada día. No sé, un bonito atardecer, el cantar de un pajarillo, el olor de una pastelería... qué hambreee

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  10. Yo entiendo que no hacer,no solo consiste en descansar u holgar; también se puede aplicar a la no intervención en todas las cosas que revolotean a nuestro alrededor.
    Unas frases:
    - Para poder llenar una botella,primero debe estar vacía.
    - Cabalgando en la niebla junto al precipicio, a veces es mejor soltar las riendas y dejar hacer al caballo.
    - Siéntate en la puerta y espera para ver pasar el cadáver de tu enemigo.

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