Pronto traba amistad con jóvenes de la ciudad, dedicándose a organizar conciertos, a publicar un periódico satírico –La Cotorra, marzo-abril de 1922– y a organizar alguna función de teatro. En esta actividad se veía auxiliado por una inquieta mujer: Antonia -colección de flores-, la cual era hermana de Leonor. Cuando Gerardo viajaba a Madrid hacía de recadero entre Antonia y Antonio; ella le mandaba mensajes y le decía que se animara a visitar Soria algún día, pues tenía muchas ganas de verlo; él le devolvía los cariñosos saludos y dejaba abierta la puerta de la esperanza a un posible encuentro; Gerardo traía y llevaba las palabras, con la escondida desazón de saber que Antonio no volvería pronto.
Antonia, nacida hacia 1904, también murió joven, antes de que Antonio retornara. Gerardo, desde la lejanía, sintió aquella muerte:
Qué carita redonda y –ay– tan blanca,
hermana de Leonor; Antonia Izquierdo
era toda donaire. Bien recuerdo
su luz, su ingenio, su alegría franca.
Decía el verso –actriz en los ensayos–
como una flor; si es que una flor supiera
ser Serafín, Clara, si pudiera
beberle a Tirso ardores y desmayos.
Yo llevaba recados en mis viajes
de Antonia a Antonio: «¿Vuelves? Quiero verte»
y regresaba rico de mensajes,
de cariños, de asombros, de preguntas.
Pocos años después volvió la muerte
a repetir su hazaña: las dos juntas.
lunes, 28 de junio de 2010
Biblioteca de encuentros. La S: Soneto, Soria, Sortilegio...
miércoles, 23 de junio de 2010
La Recolectora. Club de Lectura
Allí estábamos cada quince días, los lunes, realizando el viaje de la Asamblea de los pájaros, hasta descubrir un trono y un espejo en el que mirarnos para convertirnos en nuestras propias reinas y reyes. Tal vez, las dos faenas que presentan mayor dificultad en estos empeños sean: no confundir nuestras creencias y pensamientos con las que tienen los personajes de un libro, y abrir paulatinamente el cerco de nuestro asiento para que entre el aire que sopla desde el resto. Para ello, teníamos la ayuda de nuestro particular decálogo de derechos (eligiendo un breve texto sobre cada uno): la timidez, el deseo, la fantasía, los sonidos, las máscaras, las despedidas, la lectura, la ceguera, las historias de amor, nuestra canción. Leídas en alto, al unísono. No puede faltar una refrescante cerveza al final de cada sesión.
La abeja, desde la antigüedad, es un elemento poético. Liba por las flores para elaborar su propio fruto, su texto. De ahí que hallamos elegido la pintura rupestre (Bicorp, Valencia) de una mujer recolectando miel para representarnos. Hemos estado Noemí, Juliana, Nati, Isabel, Merche, Nati, Chus, Ignacio, Lola, Margarita, Pilar, Sara, César, Elena, Belén y Elisa.
Agradecemos desde aquí las atenciones de quienes trabajan en esta biblioteca y la comprensión hacia nuestra falta de puntualidad en la salida. Disculpas.
Club de Lectura: almáciga de libertad, cauterio de penas. Miel.
lunes, 21 de junio de 2010
Ordenar libros con sabiduría de andar por casa
«No tenía el más mínimo sentido del orden y se figuraba que era muy ordenada. Durante una de mis visitas a Marsella, le compré un archivador alfabético, explicándole sus misterios y que las facturas del gas habían de ponerse en la letra G. Me escuchó con sinceridad apasionada y se puso a clasificar con entusiasmo. Unos meses más tarde, en el transcurso de otra visita, me di cuenta de que las facturas del gas estaban en la letra S. “Es que me resulta más cómodo”, me explicó, “así me acuerdo mejor”. Los recibos del alquiler no estaban ya en la A sino que habían emigrado a la Q. “Hijo mío, bien habrá que poner algo en la Q, y además, ¿no lleva una Q la palabra alquiler?” Poco a poco volvió al antiguo método de clasificación: los impresos de impuestos regresaron a la chimenea, los recibos del alquiler bajo el bicarbonato sódico, las facturas de la luz junto a la colonia, los movimientos de cuentas bancarias a un sobre donde aparecía anotado “Seguro contra incendios”, y las recetas del médico al pabellón del viejo gramófono. Cuando aludí a aquella vuelta al desorden, esgrimió una sonrisa de niña culpable. “Con tanto orden”, me dijo, bajando la vista, “me armaba un lío. Pero si quieres, lo clasifico todo otra vez”. [Madre], te mando un beso en la noche a través de las estrellas».
jueves, 17 de junio de 2010
¿Es cultura darse tortas? Boxeo
Pensaba en ello estos días al leer un poema del argentino Álvaro Yunque (1889-1982), publicado en la hermosa revista valenciana Estudios (1928-1937), núm. 137, junio de 1935, pág. 8. Ahora parece que lo civilizamos todo.
BOXEO
Alrededor la bestia muchedumbre;
y se mueve esa boa sin cabeza.
Se agita el monstruo:
diel mil ojos fulguran terribles,
diez mil pies patean…
¡El odio vibra en el reptil acéfalo,
como si fuese una corriente eléctrica!
¡En el centro, lanzando
cuatro mazas sangrientas,
dos payasos vestidos de músculos
se golpean…!
lunes, 14 de junio de 2010
Historias de vino y chicharros en la carpintería
Pero la tertulia no siempre era previsible. Había días en que se contaban historias o anécdotas del pasado; así, la de aquel vecino que hablaba de cuando su abuelo arriero iba andando a San Sebastián a por chicharros frescos, llevando hacia allí aceite, en una caballería con serones; salía desde Castilruiz antes de clarear el día y se juntaba en la venta del Pontón de Ágreda con otro de ese pueblo para emprender el camino hacia el norte; lo que hoy son carreteras y caminos, entonces eran sendas o barranqueras por las que ni siquiera podía circular un carro; lo hacían en tiempo de invierno, claro, de noviembre a abril, pues no existían entonces vehículos frigoríficos que resguardaran mercancía tan fungible; empleaban un mes en cada viaje, siempre en compañía, con la navaja dentro de la faja, para sortear los peligros de las bandas que podían asaltarte en montes y caminos; con ojo avizor en las ventas donde pernoctaban, no fuera que les aligeraran la carga o les vaciaran la faltriquera.
Apenas había tebeos en el pueblo por aquellos años, pero no nos faltaban historias que contar cuando nos resguardábamos del frío, pasamontañas calado, en algún pajar ni fantasías a las que recurrir cuando nos poníamos la bota de agua caliente en los pies entre las heladas sábanas.
miércoles, 9 de junio de 2010
De huelgas, bibliotecas, salarios y... peones
Con la que nos viene encima, tendríamos que elaborar una anotación sobre la bajada de nuestros salarios –los de la gente que estamos en los mostradores de las bibliotecas; los del resto de personal, no somos quién para hacerlo–, y aquí sí que disponemos de información para ello. Los medios de masas (en esas prosaicas y, con frecuencia, procaces tertulias) y la gente de la calle se despachan con aquello de que tenemos el privilegio de un puesto fijo, cumplir los horarios no es nuestro fuerte y, además, «no damos golpe». De poco sirve que argumentemos que en las bibliotecas desarrollamos nuestro trabajo (frente al público) con solvencia, tenemos un salario nada voluminoso (que nos permite vivir sin grandes dispendios) y sufrimos la sujeción de turnos semanales de mañana y tarde (que condiciona cualquier proyecto).
Pero pintan bastos. Desde dentro de nuestras instituciones siempre nos niegan el pan y la sal, poniendo especial empeño en mantener diferencias. Ahora, desde fuera, sí que nos equiparan a la hora de las rebajas.
Somos peones. De ahí que difundamos nuestra protesta por ello.
lunes, 7 de junio de 2010
Mañana alegre con trompeta
Así que hoy nos toca la música de trompeta
miércoles, 2 de junio de 2010
Morir en la mar... Literatura ciega
Si fuera así, malas noticias, puesto que en lo último que se desea entrar es en la comprensión de ese deseo.