Vemos estos días, en Burgos, nacer las rosas en los jardines de la ciudad. Los lirios amarillos flanquear el cauce del río debajo del puente de San Pablo. La gente echarse indignada a las calles, llenarlas, sentarse en ellas, pedir la palabra, hablar. Los ojos, acostumbrados a mirar a puntos fijos, se resisten a ver a quienes están al lado. Pero sienten el impulso de salir de sus órbitas de cemento, de vagar libres por los rostros vecinos, de contemplar… Es tiempo de conocerse y de inmiscuirse en una sociedad habitable.
Leyendo Matrimonio de conveniencia (1885), de Marquesa Colombi, entramos en la ciudad apagada. Contemplamos la tragedia vital de miles de mujeres, encerradas entre el hogar, la iglesia y las convenciones, esperando que llegue ese matrimonio que les permita esa escasa autonomía del hogar, en la que dispondrán (si hay suerte) el color de la tapicería y el modo en que ha de cocinarse. Contemplamos la tragedia vital de miles de hombres, vagando entre la calle, la iglesia y las convenciones (sabiéndose hidalgos), dejando pasar los días hasta que llegue ese matrimonio que les convertirá en reyes-esclavos de destinos ajenos.
Cada generación debería tener acceso a sus rosas y lirios.
Leyendo Matrimonio de conveniencia (1885), de Marquesa Colombi, entramos en la ciudad apagada. Contemplamos la tragedia vital de miles de mujeres, encerradas entre el hogar, la iglesia y las convenciones, esperando que llegue ese matrimonio que les permita esa escasa autonomía del hogar, en la que dispondrán (si hay suerte) el color de la tapicería y el modo en que ha de cocinarse. Contemplamos la tragedia vital de miles de hombres, vagando entre la calle, la iglesia y las convenciones (sabiéndose hidalgos), dejando pasar los días hasta que llegue ese matrimonio que les convertirá en reyes-esclavos de destinos ajenos.
Cada generación debería tener acceso a sus rosas y lirios.
Por aquí, todas las primaveras visten las aceras de colores, siempre, todos los años. Éste, ha salpicado las rosas del boulevar con no más de 10 o 15 jaramagos.
ResponderEliminarEspero que pronto sean limpiadas todas las plazas de tanto yerbajo.
Gracias a Dios, cada vez son menos los que necesitan un matrimonio para adquirir algo de autonomía.
Qué bonito está todo lleno de flores! Esa foto casi se puede oler desde aquí.
ResponderEliminarLos colores, Elena, amanecen más temprano en Córdoba.
ResponderEliminar¿Crees, de verdad, que hay más yerbajos en las plazas que en los palacios?
Saludos.
Sí, Ayla, se cierran los ojos y...
ResponderEliminarLos colores y los espontáneos corros de debate han aparecido simultaneamente, por nuestras calles y plazas, esta primavera. Las flores, por su propia naturaleza marchitan al cabo de unos días. Algunos dirán que mueren. Pero, aunque lo hagan, y no pasará nada si es así, en realidad no mueren, pues brotarán de nuevo cuando las condiciones lo propicien. No son inmarcesibles, pero sí latentes.
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