Recientemente, nos hemos encontrado en el paseo del río con Laura, una compañera de estudios en la ciudad de nuestra juventud (lo cual parece unir en cierto sentido). Iba acompañada por cuatro mujeres. Venían ojeando el periódico y hablaban de un colega fallecido, el cual –por lo que supusimos al escuchar sus comentarios– se dedicaba a la enseñanza, al igual que ellas. No llevaban mucha prisa, por lo nos detuvimos a charlar un rato. Después de las consabidas presentaciones, al mencionar la anfitriona que trabajábamos en una biblioteca, la conversación fue derivando hacia afinidades culturales, centrándose por último en la de la lectura.
En determinado momento, una de las acompañantes de Laura, dirigiéndose a nosotros, dijo:
―Estas vacaciones he devorado Entre costuras. ¿Lo habrás leído tú, no?
―Pues no –contestamos–, sin sonrojo. He estado leyendo a Sófocles, teatro … Filoctetes … el modo de saltarse los principios para conseguir los fines.
«¡Oh!», exclamaron varias de ellas ante lo inesperado, «cosas viejas». De entrada, no situaban los nombres. Poco a poco fuimos poniendo algo de luz sobre ello, principalmente al asociar al autor de la tragedia a la obligatoria lectura de Antígona en la adolescencia. Sin dejar de sonreir, miraron con extrañeza a la interlocutora, la cual les devolvió un guiño de complicidad.
En determinado momento, una de las acompañantes de Laura, dirigiéndose a nosotros, dijo:
―Estas vacaciones he devorado Entre costuras. ¿Lo habrás leído tú, no?
―Pues no –contestamos–, sin sonrojo. He estado leyendo a Sófocles, teatro … Filoctetes … el modo de saltarse los principios para conseguir los fines.
«¡Oh!», exclamaron varias de ellas ante lo inesperado, «cosas viejas». De entrada, no situaban los nombres. Poco a poco fuimos poniendo algo de luz sobre ello, principalmente al asociar al autor de la tragedia a la obligatoria lectura de Antígona en la adolescencia. Sin dejar de sonreir, miraron con extrañeza a la interlocutora, la cual les devolvió un guiño de complicidad.
Nos despedimos y cayeron sobre la noticia del colega fallecido.
Nuevo o viejo, siempre se aprende leyendo, hasta lo que no debieras haber leído.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jo, yo no tenía ni idea, que inculta soy, me lo apunto para cuando tenga más tiempo.
ResponderEliminarGracias por el apunte
Es verdad, Elena, aprendemos de lo más insospechado, siempre que tenga esa capacidad de transmitir lo universal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, Nadia, ya sabes que no nadie nace aprendida.
ResponderEliminarAsí todos salen enriquecidos y con propaganda para leer libros nuevos. El uno de Entre costuras, las otras de Filoctetes. Otra cosa será la resistencia a priori que cada cual ponga al boca a boca.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Elena, lo importante es que se lea, nuevo, viejo, bestseller, cómic, ensayo, poesía, todo vale. Toda lectura nos aporta algo.
ResponderEliminarPor si os interesa en Clunia (me refiero a la ciudad romana) representan este sábado la obra de Medea, a las 12:OO, la entreda es libre por ser la clausura del festival de teatro.
ResponderEliminarSí, ebge, no está de más combinación de Filoctetes con Entre costuras.
ResponderEliminarBueno, Ayla, estás aperturista hoy. A mí no me parece que todo vale. Pero es una sencilla opinión.
ResponderEliminarUna oportuna e interesante noticia, Esther.
ResponderEliminarGracias.
Yo aquí tengo un problema, reconozco la importancia y necesidad de leer a los clásicos, pero es que con la narrativa fácil y agradable disfruto un montón, si quiero aprender acudo a un ensayo de alguna temática que me guste exclusivamente y siempre suele ser sobre lo mismo y si quiero pasármelo bien a por la narrativa, con tiempo entre costuras disfruté bastante... me parece que lo que se lee está en función de las necesidades y la vida de cada uno.
ResponderEliminarSoy una ama de casa, con niños, bibliotecaria... es asín. XDD
¡Qué bien, Mafi! Puedes disfrutrar de todo. Una virtud, pues no es nada fácil.
ResponderEliminar